La última vez que los 49ers ganaron un Super Bowl, Kyle Shanahan fue parte de aquel triunfo, aunque en un rol muy diferente. Su padre, Mike Shanahan, era el coordinador ofensivo encargado de optimizar la dupla entre Steve Young y Jerry Rice, mientras que el ahora entrenador en jefe de San Francisco era un recogepelotas de tan 14 años.
Era la temporada 1994 de la NFL y desde entonces Kyle comenzó a ser conocido como el 'hijo de Mike', etiqueta que tardó 25 años en borrar al regresar a los Niners al SB tras siete años de ausencia y de ganarse el respeto de toda una Liga que miró con asombro cómo logró transformar a un equipo con racha perdedora en el sembrado #1 de la NFC en sólo un año.
Mike nunca esperó que su hijo trabajara para él. El ganador de dos anillos con Denver creía que su primogénito escribiría un currículum independiente al suyo, por lo que le dijo que podría unirse a su personal sólo si lideraba una ofensiva entre las cinco mejores durante dos temporadas consecutivas.
Kyle se convirtió en el coordinador ofensivo de los Texans bajo las órdenes de Gary Kubiak en 2008. Su ofensiva terminó tercera en yardas totales en su primera temporada y cuarta en la segunda.
Fue entonces que Mike lo llevó con él a Washington para hacerse cargo de la ofensiva de los Reskins en el 2010. En 2012, contra la recomendación de Mike, los Redskins intercambiaron cuatro selecciones para avanzar en el Draft y llevarse a Robert Griffin III, quien (en parte) gracias al trabajo de Kyle logró convertirse en el Novato del Año en su primera temporada en la NFL.
A pesar del menosprecio de sus críticos, quienes le señalaron a lo largo de su carrera el insistente apego a Mike, él lo ha dicho sin reparo: su padre es su mejor amigo y de quien más ha aprendido para poder forjar un camino que lo llevó hasta este punto, donde enfrentará a los Kansas City Chiefs en la que será una revancha personal tras ser coordinador ofensivo de los Falcons, cuando dejaron ir la ventaja más amplia en la historia del Super Bowl y perder tras ir 28-3 arriba.
Los Patriots ganaron su quinto anillo de campeonato después de aquella remontada, pero a pesar de la humillación sufrida con Atlanta, no fue impedimento para que San Francisco lo nombrara como su entrenador en jefe tan sólo un día después del Gran Juego.
Luego de dos temporadas perdedoras, llevó a los gambusinos a terminar 13-3 esta temporada, la mejor marca de la Conferencia Nacional, gracias a formar a la segunda mejor defensiva y cuarta ofensiva a lo largo de la temporada regular.
Kyle tendrá el domingo 2 de febrero el examen más complicado de su carrera, en busca de exorcizar los pocos demonios que aún le susurran al oído aquellas críticas por el apego a su padre y la peor derrota en la historia del Super Bowl con Atlanta. Volverá a vivir de cerca un Súper Domingo, aunque esta vez de una manera muy diferente a aquel 29 de enero de 1995.