El Centro Ceremonial Otomí (CCO), en Temoaya, Estado de México, ha sido la casa de trabajo de los grandes boxeadores mexicanos que han brindado los mayores triunfos al país. El primero en atreverse a retar la altitud y concentrarse en este recinto, fue el campeón Julio César Chávez en el 2000.
JC estaba en el final de su carrera y tenía la oportunidad de ir por la última corona de su trayectoria contra Kostya Tszyu, por lo que la preparación debía ser fundamental para lograr el objetivo.
Chávez optó por entrenar a más de 3 mil metros de altura y obtener la condición física necesaria para alzarse con el triunfo. Sin embargo, ser el primero en experimentar esta situación de prácticamente aislarse no fue sencillo.
“La experiencia de entrenar en el CCO fue maravillosa. Sinceramente, al principio, lo más duro y lo más difícil fue tener que alejarme de mi familia y olvidarme de mis seres queridos. Quien viene a concentrarse aquí, sabe que estará aislado de todo el mundo exterior”, aseguró el ‘César del Boxeo’ a RÉCORD.
“Estuve aislado por dos meses y medio preparándome para aquella pelea, fue difícil, pero aprendes a concentrarte y aislarte de la falsa sociedad; valoras a tu familia y todo eso te motiva para seguir adelante, correr y entrenar cada día”, agregó.
Las dificultades que se enfrentan en el Otomí no sólo son cuestiones personales, sino que en el acondicionamiento físico, también hay sufrimiento por el reto.
“Mi trabajo durante la primera semana fue muy duro, estando aquí sientes que te mueres; entrenar a 3 mil metros sobre el nivel del mar es muy difícil, pero los resultados son benéficos para el cuerpo y cualquier boxeador”, reiteró.
Tras el periodo de entrenamiento, Chávez experimentó mejoras que no había sentido antes y que a su edad le sentaron bien.
“Al bajar de la altura y comenzar a ejercitarte, o en la misma pelea, sientes que el cuerpo te responde como nunca, se fortalece el cuerpo, casi no hay cansancio, aumentas la velocidad y es increíble”, destaca el excampeón mexicano en tres divisiones diferentes.
Asimismo, aquí también comenzó la historia de su hijo, Julio Chávez Jr., quien también enfrentó el reto y lo acompañó por algunos días durante el entrenamiento que sostuvo Julio César en el CCO, en julio del 2000.
Al final, para el máximo ídolo mexicano del boxeo en México, la experiencia fue única, porque sabe que las peleas suelen ganarse desde la preparación.