La pelota caliente voló una y otra vez en el Estadio Monclova; 'Doña Blanca', amante predilecta de los más románticos del deporte, rozó los cielos de manera incesante para conmemorar el título número 12 en la historia de los Tigres de Quintana Roo, una franquicia predestinada al éxito.
Los Acereros de Monclova lo intentaron una y otra vez, pero ni en casa fueron capaces de frenar el avance del equipo de la bengala, que en todo momento demostró la categoría que engalana a los más grandes; sin piedad, y en un festival de batazos, cerraron una serie redonda con un contundente 9-0.
Para beneplácito de su afición, los del Estadio Beto Ávila se mostraron sólidos en cada momento apremiante; no hubo un sólo instante en la serie en que no afrontaran con gallardía al bateador en turno. Zarpazo a zarpazo, los de Roberto Vizcarra desgarraron las ilusiones de Acereros, y peor aún, de una afición fiel que se presentó al quinto de la serie con esperanzas de un milagro.
Ya sea en la Ciudad de México, conquistada en el Home Run Derby por Jorge Cantú, o en Quintana Roo, los rugidos retumbaban con mayor fuerza; con orgullo, la nación felina infló el pecho en cada rincón donde el Rey de los Deportes hace su aparición junto a todas las emociones que le acompañana.
Para el partido decisivo no hubo un sólo resquicio donde las dudas pudieran apoderarse de la novena que hasta hace algunos años habitara en el Parque del Seguro Social; desde el montículo, Pablo Ortega ofreció una cátedra llena de maestría, y lanzamiento a lanzamiento fraguó una blanqueada que llegó para ensalzar un campeonato con sabor a gloria.
'El Vaquero' Iker Franco y Alfredo 'Fello' Amézaga fueron los principales arquitectos de la gran noche de los Tigres, quienes lejos de su casa, pero con el apoyo incondicional de toda su gente, se erigieron con una mística sin igual de entre otros 15 equipos que se tuvieron que conformar con contemplar, quizá con amargura, la redención de una dinastía que logró su tercer título en los últimos cinco años.