Los seleccionados tienen un escudo que los protege: ‘pueden hacer lo que les plazca en su tiempo libre’. Premisa básica e irrefutable, pero como toda realidad tiene un contexto, una fiesta en las vísperas de una Copa del Mundo, si bien no los define, sí da pistas de su averiada prudencia.
Pongamos por caso que es válido el argumento de que son personas como cualquiera de nosotros, que se toman descansos de ser figuras públicas.
La fiesta previa a la concentración mundialista desata una cascada de recuerdos con cuotas de indisciplina. Yo fui testigo de una de ellas durante una Copa del Mundo. Dos jugadores de la Selección contrataron a un par de escorts en plena concentración del Mundial de Brasil 2014.
Después del partido contra Camerún, el equipo regresó a su sede y fue tanta la relajación, que Miguel Herrera y Héctor González Iñárritu se fueron a Manaus a ver el juego Inglaterra vs Italia.
Se sintió una especie de vacío de poder. Acto seguido, llamaron a dos chicas que estuvieron alrededor de dos horas. Un camarógrafo del medio local, O’Globo, y yo nos percatamos.
Cuando salieron del hotel, por la rampa del estacionamiento, las seguí un par de cuadras. Entre risas, pedían que apagara mi teléfono. Después me presenté y les expliqué que era reportero de Azteca Deportes, empresa que me impidió publicar esto por “ser socios comerciales” de la Selección.
Ellas identificaron a los dos jugadores, a través de una lista con fotografías que les enseñé. Quedó demostrado que estas prácticas suceden en tiempos libres o en plenas concentraciones. Y ahí sí que existe una correlación entre el entrenamiento invisible como lo son el descanso, la alimentación y la concentración y su rendimiento en el campo.
Ahí no hay escudos. Sólo una realidad: los futbolistas han hecho y hacen lo que quieren en su tiempo libre y en los Mundiales.