Hoy ni su más fiel devoto le tiene esperanzas. Las matemáticas, que tanto se habían aferrado a decirle al RCD Espanyol que ‘sí se puede’, han dejado de creer. 27 años después de su último descenso, los ‘Periquitos’ volverán a bajar. Era cuestión de tiempo, pero cruel es el destino y el futro españolista lo selló su acérrimo rival: el Futbol Club Barcelona.
Este miércoles en un Camp Nou vacío, nadie en las gradas lloró el adiós de un ave desplumada y mucho menos se mofó de la miseria del vecino. Y ni si quiera en el campo hubo llanto; ni de David ni Diego López, ni de Wu Lei o de Rufete.
Un solitario gol de Luis Suárez al 56’ condenó a la quema al Real Club Deportivo, que ni si quiera supo morir en la raya. El Espanyol no se comportó como un equipo lacerado que lucha por su vida, sino precisamente como un ave herida que sólo vuela a un lugar aislado y deja pasar el tiempo a sabiendas que va a morir.
El adiós españolista estaba cantado y más cuando escucharon la voz del timonel rival. Y no porque Quique Setién sea el DT que los Blaugranas esperaban, sino porque la última vez que se fueron los ‘Pericos’, el mismo Setién fue su verdugo. Entonces, el hoy entrenador del Barcelona era una pieza importante como jugador del Racing de Santander, club que en 1993 mandó ‘a la B’ al Espanyol en la hoy extinta promoción.
Con 24 puntos en 35 partidos jugados, ya es imposible que los ‘Periquitos’ alcancen siquiera al Eibar en el puesto 17. Hoy ya es oficial el quinto descenso del Espanyol, club que siempre que bajó regresó la siguiente temporada; ahora, al club que dirige Rufete sólo le queda luchar finalizar como el peor club de la campaña.
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Irónicamente, el Espanyol hubiera querido que su sacrificio de esta tarde fuera en vano, pero no: precisamente sirvió para que el Barcelona pueda seguirse aferrando al ‘milagro’ del título de LaLiga, y quién sabe, quizá estos tres puntos sean claves más tarde.
Hoy le decimos adiós a un Espanyol cuya muerte estuvo cantada desde enero, cuando todavía no había pandemia, pero que fue finado por el más odiado de sus enemigos, en lo que será una indeleble mancha en la historia de esta ya dispareja rivalidad.
