Georgia, que fue parte de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), logró su independencia tras la aprobación de la Perestroika, reforma impulsada por el primer ministro Mijaíl Gorbachov y que terminó con la URSS, dando soberanía y libertad a todos los países que conformaban al territorio que hoy conocemos como Rusia.
Durante tres décadas, donde han vivido como un territorio controlado a distancia por Rusia, los habitantes del país bicontinental han buscado la inclusión a la Unión Europea, algo que la pelota puede facilitar luego de que su selección nacional se clasificó para la Eurocopa de este año, donde ya debutó ante su similar de Turquía.
La petición de los georgianos de poder pertenecer a la Unión Europea radica desde 2003 cuando Lord Russell-Johnston, Presidente de la Asamblea Parlamentaria europea, le dio la bienvenida a Georgia, felicidad que duro poco pues, cinco años después, Rusia invadió al país que debutó en la Euro, por lo que la UE no hizo oficial la integración.
En 2023, 20 años después del primer intento georgiano, la selección logró clasificarse a la Eurocopa tras derrotar en penales a Grecia, lo que llenó (por un momento) de alegría a los habitantes del país bicontinental, hasta que 'Georgian Dreams', partido político de izquierda con nexos en la derecha rusa, terminó por apagar el júbilo de todo un país.
'Georgian Dreams', que controla el parlamento georgiano, impulsó una propuesta de ley donde le exige a las empresas que reciben más del 20% de sus ingresos del extranjero, que se declaren como 'agentes de influencia extranjera' algo que reventó en la población pues, en apariencia, se parece mucho a una ley que el Kremlin impulsó para cerrar sedes de ONG, alejar a medios de comunicación independientes y recortar libertades.
En 2024, Georgia no baja las manos y siguen peleando para poder pertenecer a la Unión Europea, y aprovecharán el reflector que genera la competición del Viejo Continente para poder asegurar su lugar como país europeo.