Álvaro Morata sacó a la luz toda la angustia con la que convive un deportista de elite en un gran evento, la forma de encarar las críticas y hasta las amenazas de muerte a su familia, insultada en Sevilla por su propia afición al acudir con las camisetas de la selección con su nombre a la espalda a un partido de la Eurocopa.
La denuncia de Morata debe servir para la reflexión de todos los que dan forma al mundo del futbol. Su voz a punto del llanto, el dolor que transmitió, las inseguridades por la crítica, la indignación por el insulto y la amenaza. El delantero madrileño no ocultó que la Eurocopa está siendo un calvario.
"No dije que cada uno piense lo que quiera con chulería, era con rabia de que has empatado un partido y ver que te puedes quedar fuera de una Eurocopa", dijo en su entrevista en Cope. "La gente piensa que soy un chulo y no ve que estoy sin dormir 9 horas después del partido y que estoy enfadado porque he tenido una ocasión y España no ha podido ganar. Ojalá la gente se pusiera en el otro lugar. La gente me pita porque es lo que escuchan, hay mucha gente que lo incita, pero yo lo doy todo por la selección".
"Goretzka ha dicho que en Alemania hay millones de seleccionadores y virólogos, si lo digo yo me caen más palos. No digo que se me persiga, pero cada cosa que digo es interpretada de un modo u otro. Quizá no he hecho mi trabajo lo bien que debería estas dos semanas. Entiendo que se me critique por no haber hecho gol, pero ojalá la gente se pusiera en mi lugar de recibir amenazas, insultos a mi familia, desear que se mueran tus hijos, todas estas cosas. Luego cuando pasa una tragedia dirán que era buen chaval. Es así", denunció.
Morata pidió que se ponga "un límite" a todo lo que está viviendo, que la crítica sea deportiva y mandó un grito de auxilio a la afición para ser respaldado por aquellos que le han silbado en Sevilla. "No dormí nada tras el penalti fallado, me jode no hacer bien mi trabajo. Todos fallamos y estoy orgulloso de mí pese a haberlo fallado. Me pitaron antes de calentar ya".
"Hace unos años hubiera estado jodido. Estoy muy motivado y el que piense lo contrario no me conoce, pero he tenido que meter mi teléfono en otro sitio cada vez que llego a la habitación. Cualquier cosa que no quiera ver me la han mandado. Los memes me dan igual. Lo que me molesta es que lo tenga que vivir mi mujer y que mis hijos vayan a Sevilla con la camiseta de su padre y les digan de todo", desveló.