Alguna vez el Piojo Herrera comentó que él no necesitaba psicólogos; me llamó mucho la atención esta declaración que me hace ver la necesidad de compartir todo lo que podemos hacer los expertos en esta materia por un equipo en el deporte y mostrar los beneficios de aprender de psicología y su aplicación en la familia, la escuela y el trabajo.
Un gran técnico como el Piojo perdió su puesto por no saber manejar su carga emotiva. Lamento esta situación y me hubiera gustado que alguien le diera la contención necesaria, evitando así que se lanzara contra Martinoli. Seguiría siendo nuestro técnico nacional.
La carga emotiva es un cúmulo de emociones con las que reaccionamos ante cualquier situación. En un buen nivel, se transforma en energía a nuestro favor a través de adrenalina en nuestro cuerpo, pero cuando esta carga se sale de control, se convierte en energía de ataque, se transforma en agresión en donde la característica principal que genera es que dejamos de pensar y perdamos la perspectiva de las consecuencias de nuestro comportamiento.
Lo mismo pasó con Juan Carlos Osorio. Vuelvo a la pregunta, ¿Cuánto cuesta no saber manejar la carga emotiva? Por lo pronto nos está costando seis partidos en que no tenemos al líder del equipo en la cancha porque le ganó el enojo (justificado o no) y se lanzó a gritos e insultos contra los árbitros. Es definitivo, no saber manejar la carga emotiva sale muy caro.
Queridos lectores, no quiero deprimirlos, la pregunta es: ¿Cuánto te ha costado el no manejar el enojo? El gritarles a tus seres queridos, el tomar decisiones apresuradas en el trabajo, el pelearte con un desconocido y salir lesionado, sale muy caro no saber manejar la carga emotiva. Probablemente todos los que hacemos deporte hemos sido testigos de un mal manejo emocional.
¿Qué podemos hacer para manejar la carga emotiva?
- Lo primero que debemos aprender es a decodificar la agresión; es decir, que si otros me agreden podemos condicionarnos a no conectarnos con su energía de ataque. Un ejemplo son los buenos árbitros que saben llevarse sus mentadas y no pierden el profesionalismo, no se conectan con la tribuna ni con el jugador enojado. Para los que conducen automóvil, significa evitar conectarse con la energía de las personas que se encuentran en estado tóxico y buscando resolver sus problemas a través del volante. Para los que vamos en el metro o en camión, quiere decir no conectar con la gente que va empujando. Un padre que la sabe manejar, no conecta con la agresión de un niño que está cansado o con hambre y que reacciona de forma inapropiada.
- Lo segundo es aprender a canalizar la agresión. Antes de explotar, cada uno de nosotros tiene un intervalo de tiempo en el que aún somos dueños de nosotros, todavía pensamos fríamente y nos damos cuenta de que estamos a punto de explotar. En ese momento tenemos alternativas para canalizar esa energía de forma adecuada. Caminar, correr, gritar a solas, hacer lagartijas, respirar pausadamente, cada quien tiene que encontrar la forma que mejor le funcione y tener una actividad que canalice la agresión. Nada de que “¡Soy de mecha corta!”
- Verbalizar el enojo es también una buena técnica el manifestar nuestro estado de ánimo para que los demás estén alertas, se mantengan alejados y comprendan que no es un buen momento para estar con nosotros. Esto será útil en familia y en el trabajo para evitar meternos en más problemas.
Queridos lectores, aprendamos a manejar nuestras cargas emotivas. Me da mucho gusto iniciar esta etapa en la que compartiré con ustedes la psicología para el alto rendimiento.
“Revitalízate, vuelve a la esencia de lo que te da el éxito”