Jean-Marc Bosman, un revolucionario fuera de las canchas

Bosman durante una entrevista
Bosman durante una entrevista
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ESPECIAL
ALEJANDRO ASMITIA
| 08 Mayo, 2016

No fue con un debut mundialista a los 17 años, tampoco quitándose rivales para marcar el mejor gol de una Copa del Mundo, ni con logros a nivel club o selección, pero el legado dejado por Jean-Marc Bosman al futbol fue más allá de las canchas, por lo que bien puede ser considerado como un revolucionario del balompié.

Nacido en Montegnée, un barrio de la ciudad belga de Lieja en octubre de 1964, Bosman dio el primer paso para que los clubes no pudieran exigir y percibir dinero con motivo de la contratación de uno de sus jugadores por parte de un nuevo club, habiendo terminado su contrato, convirtiéndose este hecho en un parteaguas para el deporte más popular del mundo.

Bosman fue un mediocampista sin grandes proyecciones. Su carrera profesional comenzó en 1983 en el Standard de Lieja, el principal club de su ciudad, pero en 1988 cambió de equipo y se fue al máximo rival del Standard, el RFC (Royal Football Club) en un acuerdo por dos años.

Cuando su contrato terminó en 1990, el club belga quiso prolongarlo pero ofreciéndole un sueldo ridículo, lo que a Bosman le pareció una ofensa, por lo que el volante rechazó la oferta e intentó fichar por el Dunkerque de la Segunda División de Francia. El RFC pidió a los galos un traspaso de 800 mil dólares en aquel entonces, una cantidad impagable para los galos.

Bosman presentó entonces una demanda contra el RFC, así como ante la Federación Belga de Futbol, amparado en el Tratado de Roma; en dicho documento se prohíbe que las asociaciones o federaciones deportivas nacionales e internacionales puedan establecer en sus reglamentos disposiciones que limiten el acceso de los jugadores profesionales extranjeros, ciudadanos de la Comunidad Europea, a las competiciones que organizan y que los clubes de futbol no puedan exigir y percibir el pago de una cantidad de dinero con motivo de la contratación de uno de sus jugadores por parte de un nuevo club, habiendo terminado su contrato.

Muy pocos, durante los cinco años que duró el proceso, lo tomaron en serio, aunque finalmente sí lo hizo el tribunal que juzgaba el caso y que cambió para siempre el futbol profesional con su sentencia; pese a ello, las secuelas de la batalla fueron muchas y el propio Bosman dio cuenta del desgaste que supuso el litigio.

“Tras un proceso así contra una de las organizaciones más poderosas del mundo tu vida se convierte en una tortura”, expresó.

La ‘Ley Bosman’ supuso un beneficio inmenso a los jugadores que finalizaban sus contratos, quienes a partir de entonces ya no necesitaron de la autorización de sus anteriores clubes para negociar jugosos acuerdos con otros equipos y decidir el destino de sus carreras, además de que los jugadores cuya nacionalidad pertenecía a la Unión Europea dejaron de ocupar plaza de extranjero.

El sacrificio de Bosman no recibió el reconocimiento debido, su carrera se truncó y las nuevas generaciones poco saben de él.

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