La gravedad fue retada por Bob Kurland y sin inconvenientes la derrotó. No fue planeado, fue un accidente del destino que le permitió inmortalizar su nombre en la historia, instaurando la espectacularidad en la duela.
Kurland innovó la manera de jugar, aquello que era inusual y un lujo excesivo, él lo llevó a otro nivel y se convirtió en el inventor de las ‘clavadas’. Con sus 2.01 metros de altura, el estadounidense no utilizó lo irreverente como recurso, sino como una estrategia recurrente.
Bob jugaba para la A&M de Oklahoma cuando su volcada repentina ocurrió. El balón rebotó lejos de la canasta rival y sin pensarlo lo tomó y lo llevó hacia el aro con violencia.
“La pelota estaba ahí, tuve el balón y lo metí al aro, así comenzó todo. Al final fue una acción involuntaria porque no fue nada planeado”, destacó el jugador en 2012 al Orlando Sentinel.
Aquel hecho sucedió en 1944, pero al principio no fue bien visto por algunos aficionados y medios, ya que lo llamaron el ‘tiro del zoquete’ de acuerdo con Sports Illustrated, gradualmente se convirtió en una de las jugadas que más gustan en el ‘deporte ráfaga’.
Con Oklahoma, ganó los títulos de la NCAA en 1945 y 1946 en los que destacó como el jugador más valioso; también fue galardonado tres veces como All American.
Su desdén lo llevó a ser uno de los jugadores más destacados del momento e incluso se rehusó a ser parte de la NBA y rechazó un contrato de 15 mil dólares, con lo que nunca llegó al profesionalismo y prefirió seguir ‘atascando’ el balón en duelas amateur.
Bob mostró que el ser humano puede volar y se adelantó a su tiempo, a partir de ese momento quedó demostrado que para hacer lo inimaginable sólo es necesario un balón y un aro como límite.
Además, hizo historia al conseguir un par de preseas doradas con Estados Unidos en Londres 1948 y Helsinki 1952.