En medio de las festividades del Año Nuevo, la Tierra se prepara para un fenómeno astronómico extraordinario: el perihelio, el punto más cercano al Sol en su órbita anual. Este evento, que pasa desapercibido en la rutina diaria, representa un emocionante hito astronómico que ocurre aproximadamente cada 365.25 días.
La 'danza cósmica' se debe a la forma elíptica de la órbita terrestre alrededor del Sol, un círculo ligeramente achatado. Este perihelio, fijado para el 2 de enero a las 18:38 hrs. (hora de la CDMX), sitúa a la Tierra a 147.1 millones de kilómetros del astro Rey, mientras experimenta su velocidad orbital máxima, de acuerdo con la segunda Ley de Kepler.
Las leyes de Kepler, formulaciones físicas que describen las órbitas planetarias, son fundamentales para entender estos movimientos celestiales. Estas leyes, como la Primera que describe órbitas elípticas, la Segunda que habla de áreas barridas y la Tercera que relaciona el tiempo orbital y la distancia al Sol, proporcionan herramientas esenciales para prever comportamientos celestiales.
El perihelio, marcando el punto más cercano al Sol en la órbita terrestre, es un fenómeno intrigante, especialmente porque se produce en pleno invierno en el hemisferio norte. Esta paradoja se debe a la inclinación del eje terrestre, que define las estaciones según la exposición solar, no la distancia física al Sol.
El calendario gregoriano, establecido en 1582, nos guía en la organización del tiempo, basándose en un ciclo solar de 365 días con ajustes periódicos, como el año bisiesto. A pesar de su precisión, pequeñas desviaciones llevan a ajustes necesarios para mantener la sincronización con los ciclos astronómicos.
La relación entre el perihelio y el calendario gregoriano destaca la intricada danza entre el cosmos y nuestra medida del tiempo. A medida que la Tierra completa su ciclo anual, el perihelio nos conecta con nuestra posición en el vasto sistema solar y la importancia de la precisión en la organización del tiempo.
La velocidad orbital de la Tierra, definida por la Segunda Ley de Kepler, ofrece una visión única de la dinámica orbital. En el perihelio, la Tierra alcanzará una velocidad máxima de aproximadamente 30 kilómetros por segundo, una hazaña impresionante que subraya las fuerzas y energías cósmicas que mantienen nuestra estabilidad orbital.