El lenguaje ‘woke’, aunque tiene como objetivo ser más inclusivo, sigue sumando detractores y ahora fue el empresario y dueño de TV Azteca, Ricardo Salinas Pliego, quien dio la instrucción de prohibirlo “de inmediato” para su talento que sale en televisión.
“A mis colaboradores que salen en pantalla quiero decirles que ser “diferentes” en un mundo lleno de insensatez… es valentía, no caigan en tratar de encajar y ser normales. Démosle a nuestros televidentes la opción de ver algo distinto, ¡por favor ayúdenme a ayudar!”, se lee en el mensaje que compartió Salinas Pliego en su cuenta de X.
En el mismo post, el empresario agregó una breve carta dirigida a sus colaboradores, en la que menciona que tanto él como los televidentes de TV Azteca “le solicitan a los productores y productoras de noticia y noticios, que den instrucciones a sus presentadores y presentadoras de pantalla y pantallo… Que dejen de usar de inmediato el lenguaje ‘woke’”.
¿Qué es el lenguaje ‘woke’?
El lenguaje "woke" está asociado a una conciencia social y política enfocada en temas como la justicia social, la equidad, la diversidad, la inclusión y los derechos de grupos históricamente marginados. La palabra woke proviene del inglés y significa "despierto", pero en este contexto se refiere a estar alerta o consciente de las injusticias y desigualdades sociales.
El término ‘woke’ tiene su origen en la década de 1930 entre los afroamericanos, sin embargo, en 2010 tuvo una evolución, resurgiendo en movimientos como el Black Lives Matter que fue un movimiento contra la brutalidad policial, el racismo sistémico y la desigualdad de género.
Respecto a la forma en que se utiliza, el lenguaje ‘woke’ tiene como objetivo evitar expresiones que excluyan o perpetúen estereotipos de género, raza o clase.
Algunos ejemplos de ello son los que tienen que ver con pronombres, sugiriendo que aquellas personas no binarias o transgénero, que no se identifican ni con ser hombre o mujer, se les llame “elle”, y no “él” o “ella”.
Toda esta situación ha generado divisiones entre quienes lo ven como un avance y quienes lo perciben como imposición, argumentando una excesiva sensibilidad e hipocresía que limita la libertad de expresión.