"Quiero agradecer de corazón a toda la nación mexicana por todos los días que conviví con gente tan especial, ustedes estarán siempre en mi corazón", pregona Ronaldinho en una carta de despedida digna del más ferviente de los enamorados; el astro brasileño dice adiós a una etapa que, asegura, ha sido maravillosa.
Dinho se va de la Liga MX como nunca acostumbró, como un Subcampeón que se quedó a la orilla de la gloria; el apoyo del público nunca le faltó, pero al final fue presa de sí mismo, de sus desplantes y sus desmanes, de cada momento en que se rebeló a la autoridad hasta que se condenó a sí mismo al banquillo.
Durante su última campaña en México, en el ya extinto Clausura 2015, el astro brasileño consiguió cinco anotaciones y registró su último juego en la Final de Vuelta del balompié azteca; allí, sobre el césped del Estadio Corregidora, corrió como nunca antes desde la línea de banda al corazón del área, con el espíritu de combate que siempre le caracterizó.
Su trote ya es cansino y la puntería ha disminuido; a los 35 años no se le puede exigir la potencia de un toro ni la precisión de un francotirador, pero sí el espectáculo al que acostumbró al mundo desde hace más de una década, los chispazos de genialidad que sedujeron a cada plaza donde se postró.
Como los más grandes, se erigió en el Estadio Azteca, quizá sin los blasones de hombres como Pelé y Maradona, pero sí con una sorprendente tarde de inspiración contra las Águilas del América, el rival por excelencia de los más humildes del futbol mexicano.
Contra Veracruz en Cuartos de Final fraguó la última de sus faenas; en el puerto jarocho dio la última estocada a un escualo que perecía víctima de sus propios descuidos, pero que al final de todo pasará a la historia como la última víctima' de la educada diestra del carioca.
A la llegada de Víctor Manuel Vucetich a Querétaro su rol en el equipo cambió; poco a poco dejó de ser el jefe' del vestidor y de la cancha para convertirse en un lacayo más al servicio del Rey Midas', el papel de siervo nunca le sentó bien y decidió poner fin a una relación que no daba para más.
Dinho no soportó el ser relegado a segundo término y tuvo que despedirse, firmó una rescisión de contrato que le aleja de la institución emplumada y le abre la puerta a otros horizontes, a un destino diferente donde volverá a enamorar con la magia que aún brota de sus pies.