GERARDO SUÁREZ
Como en 1986, como lo hicieran Güeldini, Bahía, Becerra, Avilán, Rayados es Campeón en Monterrey, en esa ciudad que lo ha acompañado en sus épocas de vacas flacas, de desilusiones, pero también, de esta nueva era ganadora, donde la única palabra más cotidiana, es ‘éxito’.
¡Rayados es Campeón! La Pandilla de Vucetich es el único y verdadero Coloso de Norte, el equipo con más títulos, con más éxito. Los gritos de esta afición, tan fiel, tan luchona, tan acosada por una violencia inmerecida, hoy encontró un motivo para justificar esas lágrimas y sangre derramada.
La Pandilla de Vucetich es el nuevo orgullo de la Sultana, el nuevo mandón y ser supremo del futbol mexicano.
Y si el Monterrey es ahora el Rey, aunado a su pulcro juego colectivo, es por ese mismo hombre que liquidó a los Pumas, Pachuca y muchos otros rivales en este camino al cetro.
Chupete volvió de la Madre Patria para hacer monarca al equipo que se atrevió a pagar una millonada por él, quizás con el presentimiento que los haría tocar el cielo tanto en casa como fuera de ella.
Rayados mostró un tamaño colosal de Campeón. Liquidó en los momentos que debía, achicó los espacios exactos, manejó el encuentro tal cual su técnico lo hubiera hecho si éste fuese jugador en activo.
Monterrey arrancó con fuerza, tocó la puerta de Oswaldo con insistencia. La Pandilla buscó descontar desde el principio, sabedora que la desventaja era mínima y el tiempo reducido.
Así llegó un disparo al poste en los albores, un intento de Aldo sin marca y hasta un gol anulado de manera extraña.
Fue cuando apareció Humberto como sabe, con un disparo lejano, que fue calcinando el césped en su trayecto, sorprendiendo al arquero y abriendo la puerta, no de Santos, sino de la cuarta soñada y autoritaria estrella.
Suazo recibió un pase retrasado de Aldo De Nigris, miró a Sánchez y, en un parpadeo, sacó un riflazo que se clavó pegado al poste derecho del guardavalla lagunero. Red estremecida, un estadio entregado y el dorsal ‘26’ corriendo a trompicones, entre los abrazos de sus compañeros.
Santos fue un manojo de nervios los 90 minutos. Jamás mostró un orden, cohesión y sí una confusión por no saber cuándo atacar y cuándo defender. Pese a buscar penetrar con la dupla Quintero-Benítez, el Gigante Verde lució achicado, un reflejo vil de esa maldición que parece acompañar ya a su sufrido técnico.
Aún y cuando para el complemento, los de la Comarca ahogaron a La Pandilla, llegó el segundo tanto que mató moralmente a los albiverdes.
Un cobro de córner por parte de Cardozo, encontró la testa de José Basanta, quien se lanzó cuan largo es para conectar la esférica con suavidad y anidarla, ante la mirada atónita de Oswaldo.
Y en el momento más culmen, con un huésped entregado, llegó la última joya del Chupete en su semestre de regresó.
El ex Colo Colo eludió a tres defensores y tocando de manera magistral a la salida de Oswaldo. 3-0 y cuatro estrellas para La Pandilla de Vucetich.