El comportamiento de la afición del León y la de Monarcas parecía ser un presagio de lo que ocurriría en el terreno de juego. Horas antes de la Vuelta, las inmediaciones del Nou Camp estaban teñidas de color verde; la combinación rojo-amarillo estaba prácticamente extinto.
Conforme pasó el tiempo, la casa de La Fiera se transformó en un búnker, pues cientos de policías resguardaron el inmueble para evitar confrontaciones entre guanajuatenses y michoacanos; sobre todo porque en el juego de Ida los purépechas apedrearon los autobuses de los rivales, por lo que a lo largo de la semana, las amenazas de los ahora anfitriones no cesaron.
Sin embargo, simpatizantes y policías no contaban con que las porras visitantes no realizarían el viaje. En la zona por donde entra la afición foránea estaba ubicado todo un operativo, igual que en la entrada de la ciudad para recibir a la 'Lokura 81', que se presumía llegaría en tres camiones, los cuales nunca aparecieron.
Incluso, los elementos de seguridad que esperaban a las barras del Morelia finalizaron con el operativo antes de que arrancara el cotejo, pues no arribaría nadie.
Y así fue. La cabecera del inmueble designado para los fanáticos visitantes estuvo casi vacía, eran contados los michoacanos que acudieron a apoyar a los suyos. Por más que cantaban, aplaudían o gritaban, fueron 'aplastados' por la marea Esmeralda que, aunque no llenó su estadio, sí se hizo sentir a lo largo de los 90 minutos.