Siempre fue considerada la Brasil de Europa. Sus futbolistas están catalogados como de los más habilidosos y técnicos de la historia. Por circunstancias del destino, su gran estilo de juego no fue proporcional con los éxitos deportivos. Sin embargo, el legado que nos dejó la ya desaparecida Yugoslavia es invaluable y hoy en día, la presencia en el Mundial de Bosnia-Herzegovina y Croacia es la continuación de una tradición que ha perdurado por nueve décadas.
La selección de Bosnia es la última de la región de los Balcanes que buscará dejar su huella en un evento de trascendencia. Con una base de jugadores que desparraman su talento en las mejores Ligas de Europa y que ahora defienden con orgullo a su nación, el equipo que viste en color azul marino pretender ser una de las gratas sorpresas de la Copa del Mundo y emular un poco lo hecho por Croacia en 1998.
De Yugoslavia como tal hoy no queda nada (incluso el país ahora lleva el nombre de Serbia), pero lo que brindó al futbol jamás se perderá, pues los seis países independientes son una fuente inagotable de talento.
En la actualidad, los Modric, Handanovic, Krasic, Ibisevic o Vucinic, por citar sólo unos cracks, juegan bajo una bandera diferente, pero en antaño hombres como Susic, Jarni, Suker, Sekularac o Bobek hicieron época defendiendo al representativo yugoslavo.
La historia le quedó a deber un título de importancia a Yugoslavia, pues lo único que pudo conseguir, pese a siempre ser un cuadro competitivo en los torneos que disputó, fue la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Roma en 1960 y un Mundial Sub 20 en Chile 1987; dos veces fue segundo en la Euro y en las Copas del Mundo fue tercero en 1930 y cuarto en 1962.
Y ya como países independientes, Croacia, Eslovenia y la propia Serbia han dejado grata impresión en los torneos que han participado. Ahora es el turno de croatas y bosnios de mantener viva esa gran reputación de que en los Balcanes se practica un futbol de alta calidad.