Sostenido de forma determinante por Jan Oblak, reivindicado con una actuación estelar, y lanzado por un gol de Antoine Griezmann en el minuto 55, después de resistir la presión y el desborde del Porto, el Atlético de Madrid resurgió en la Liga de Campeones con una victoria indispensable, sentenciada por Ángel Correa y Rodrigo de Paul, que lo catapultó a los Octavos de Final del torneo (1-3).
La lesión de Suárez tampoco fue una excusa para el Atlético, que rebuscó su reinvención contra las bajas, por momentos rebelado contra las circunstancias y enfrentado a la realidad, que no es tan buena como en otras ocasiones, pero que fue capaz de agitar el duelo primero por medio de Carrasco, antes de decaer de nuevo, también por el mérito del Porto, que lo devoró un rato con su presión, y después ganarlo con Griezmann.
Aún en el primer tiempo, entre la tensión, entre la intensidad, entre las pugnas, también hubo espacio para el talento. Carrasco dribló a tres, irrumpió en el área y armó un baile en torno a la portería contraria que nada más frustró el portero Diogo Costa. Hasta en dos ocasiones. La primera, atento, oportuno, en el remate de Lemar; la segunda, en el posterior tiro de Marcos Llorente. Entre medias, por un par de centímetros, no más, Griezmann no alcanzó bien el balón ni a batir al guardameta. Lo segundo habría sido una consecuencia segura de lo primero.
No sólo fue una oportunidad, sino también un 'grito' sonoro de que el Atlético podía pasar a octavos. Que no iba a desistir. Que iba a dar todo lo que tenía, en su cuerpo y en su alma, por remediar en la última jornada todo lo que había permitido en las cinco citas anteriores.
Pero necesitaba goles el Atlético, que lo pasó muy mal desde entonces, agobiado, con pérdidas constantes de balón, encerrado por el conjunto portugués... Y salvado por Jan Oblak, que puede tener mejores o peores días, pero son tantos -innumerables- los primeros y tan pocos los segundos que es un portero que no admite discusión. Su parada a Luis Díaz fue formidable. Sin ella, habría sido gol.
La secuencia de saques de esquina posteriores pusieron de nuevo al filo al Atlético, aliviado cuando el duelo paró en el minuto 46, pero reencontrado de nuevo con la misma situación en cuanto el partido retomó su actividad, de nuevo sostenido por el imponente guardameta esloveno, que frenó otra ocasión de Mehdi Taremi, repelido con el pie derecho, y, de pronto, resurgió contundente en su ataque para golpear con el 0-1, en un saque de esquina que botó Lemar, que peinó un defensa y que remachó Griezmann, solo, en el segundo palo. Era el minuto 55.
Y no sólo eso, sino que Origi, casi a la vez, anotó el 1-2 en Milan para el Liverpool. Estaba dentro de octavos el Atlético, que marcó y renació, también en el juego, también en el contragolpe, con una acción espectacular de Matheus Cunha que salvó Pepe cuando era gol o gol, cuando el partido, la última jornada, las posibilidades, habían virado a favor del conjunto rojiblanco, hasta que Yannick Carrasco cometió un error infantil. De alevín. En el minuto 67. Es reincidente el extremo internacional belga, cuya equivocación es inadmisible. Se fue a la ducha.
Lo arregló Matheus Cunha, que, visto lo visto, promovió de nuevo la igualdad numérica. Entre tanta tensión, Wendell le puso el codo en la nuez, él se fue al suelo, el árbitro Clement Turpin, quizá influido por lo que había hecho antes con Carrasco, expulsó al lateral del Oporto, siete minutos apenas sobre el terreno de juego, para derivar ambos equipo en una multitudinaria discusión. Los octavos de final estaban en juego. No hubo tregua hasta el minuto 90, cuando Correa, primero, y De Paul, después, sentenciaron la clasificación con el 0-3, reducido por Sergio Oliveira de penalti al 1-3 final.
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