Antoine Griezmann buscará en el Barcelona lo que no pudo conseguir con el Atlético de Madrid: luchar realmente por ser reconocido como el mejor jugador del mundo.
Incluso él lo argumentó en el vídeo con el que se despidió de la afición rojiblanca. “Tomo la decisión de irme, de tener otros desafíos. Me ha costado coger ese camino, pero es lo que siento y lo que necesito”.
En el 2018 estuvo cerca de ese objetivo al conquistar la Europa League, la Copa del Mundo y la Super Copa de Europa. Sin embargo, estos logros no le permitieron acreditarse como el mejor jugador del mundo. Incluso cuando ganó todo, se quedó en el borde y perdió la disputa individual frente al croata, Luca Modrić.
Que no dimensionen las habilidades o la influencia que tiene el campeón del mundo en el juego, no es algo nuevo para él. Desde pequeño fue despreciado por varios equipos de Francia, incluso por su club favorito de la niñez, el Olympique de Lyon.
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El chico nacido en Mâcon no halló una oportunidad en su país por su reducida estatura. Tras recorrer prácticamente todos los equipos galos y sin claudicar, se refugió en España. A la Real Sociedad le importó poco su físico y le maravilló su inteligencia en el campo.
La odisea de Griezmann, lo hizo alejarse de su familia a los 13 años. Ante la soledad, encontró en su entrenador Martín Lasarte y en el atacante, Carlos Bueno, un vínculo familiar. El tiempo que pasó con los uruguayos, provocó que se enamorara de la cultura charrúa.
En el club vasco llegó a su tope y para afrontar retos mayores, tuvo que emigrar al Atlético de Madrid. Donde alcanzó el nivel actual y ahí también conoció a figuras que han marcado su rumbo. Si Lasarte y Bueno lo contagiaron de las tradiciones sudamericanas, Diego Godín hizo que las integrara a su vida cotidiana.
El ‘Principito’ arribó a los ‘Colchoneros’ con un futuro prometedor, pero gracias a la influencia de su entrenador, Diego Simeone, se transformó en un atacante pragmático. Le inculcó como mantra el priorizar el objetivo del grupo sobre los intereses individuales.
Un delantero con la velocidad y la destreza que posee Griezmann, no debería perseguir adversarios. Sin embargo, el futbolista de 27 años comprendió la idea del ‘Cholo’; la cual intuye que hay momentos del juego en los que se tiene que defender y hay otros en los que se debe dormirlo para manejar la ventaja.
Incomprendido por muchos, pero singular como ninguno. Es un futbolista nacido en Francia, protegido por España, educado por Uruguay y entretenido por el contenido estadounidense, específicamente la NBA.
El título de Francia en la Copa del Mundo de Rusia 2018 puso a Griezmann como candidato franco a ganar el balón de oro de ese año. Sin embargo, Modric le arrebató ese distintivo.
Luego del Mundial, el reto pendiente del francés se encontraba en la Champions League. El Atlético de Madrid hizo una apuesta importante para conseguir la ‘Orejona’, mantuvo a Griezmann, desembolsó una cantidad inédita por Lemar y acogió la final europea en su nuevo estadio, el Wanda Metropolitano.
Al final, los rojiblancos se fueron con las manos vacías. Sin Liga, sin Copa del Rey y con una frustrante eliminación en los octavos de final de la Champions frente a la Juventus de Cristiano Ronaldo. Para muchos el francés no roza la elite, pero Griezmann no ha finalizado su peregrinaje hacia la mesa de la elite y hora su brújula apunta a Barcelona.