Cuando se dio la sede del Mundial de 2022 a Qatar, además de saber que había ganado por medio de sobornos, se sabía que sería algo muy arriesgado, no solo por temas de organización ni de futbol, este era un tema social sin precedentes.
Con la Copa del Mundo a la vuelta de la esquina, los aficionados de todo el mundo se sintieron ofendidos o menospreciados cuando, por decreto, se confirmó que no se vendería cerveza en los estadios y menos en la inmediaciones algo que, sin duda, alejó a los fanáticos de los estadios.
Aunque estas decisiones de la organización parecieron ser excesivas en un principio, con el Mundial cerca de su Final se sabe que los conatos de bronca no han existido, se han reportado una que otra confrontación, pero nada que valga la pena encarcelar a la gente, algo que los hooligans o los ultras europeos han querido evitar a toda costa.
"¿Por qué no ha ido nadie? Porque nadie quiere acabar en una cárcel qatarí. En Europa, sabes que si la lías puedes pasar alguna noche en un calabozo y lo asumes. Pero ahí a saber qué te hacen. Nadie se fiaba", afirmó un ultra que ha preferido permanecer en el anonimato para el diario SPORT.
Así mismo, el sociólogo de la Universidad de Cordobá, David Moscoso, aseguro que "No hemos de perder de vista que el primer hándicap con el que se podía encontrar el 'hooliganismo' en Qatar es la existencia de unos mecanismos de represión social que podrían llevar a la cárcel a quien los provoque o participe de ellos, sin la más mínima garantía de derechos, ni los mecanismos de defensa que existen en buena parte de los países europeos", sentenció.