A un día de la inauguración del Mundial 2022, el presidente de la FIFA realizó uno de los discursos históricos del futbol, pues en el marco del reclamo mundial por la intolerancia, discriminación y falta de garantía de derechos humanos en Qatar, Gianni Infantino pretendió elevar la voz para desmarcarse de las políticas del país árabe, pero terminó con un sermón desvergonzado, monólogo cínico, poco creíble, intoxicado del síndrome de grandeza heredado por Joseph Blatter.
“Hoy me siento qatarí”, lanzó predecible el máximo dirigente, “hoy me siento árabe, hoy me siento africano”, agregó antes de buscar sorprender: “Hoy me siento gay. Hoy me siento discapacitado. Hoy me siento un trabajador inmigrante”, tratando de justificar la realización del Mundial en una nación en reconocido conflicto con estas comunidades.
Y apeló a la empatía con la FIFA y Qatar al convertirse en víctima: “Yo sé lo que significa ser discriminado. En la escuela de niño, me acosaban porque era pelirrojo y porque tenía pecas. Pero lo que me pone triste es la doble moral que vivimos. Los occidentales, los europeos, y eso me siento, deberíamos disculparnos durante los próximos tres mil años antes de dar lecciones de moral.
“Seguí el tema de trabajadores inmigrantes y los avances fueron grandes. No tengo por qué defender a Qatar porque se pueden defender solos. Defiendo al futbol y a la injusticia. Aquí hay arena, sol y mucho gas. La FIFA sí se preocupa, la Copa Mundial y también Qatar lo hace”, arremetió Infantino.