La reciente muerte del papa Francisco, a los 88 años, ha renovado el interés por los momentos más controvertidos del papado. Una figura que ha regresado al foco público es la de Benedicto IX.
En la serie de televisión ‘Habemus Papam: Una historia de poder’ se narra como este pontífice medieval es considerado uno de los más corruptos de la historia, y su escandalosa gestión obligó a la Iglesia a institucionalizar el cónclave y la fumata blanca como procesos formales para elegir a su líder.
Benedicto IX ocupó el trono de San Pedro en tres ocasiones distintas durante el siglo XI (1032-1048), en un contexto en que el papado era botín político de las familias más poderosas de Roma. Fue elegido papa siendo adolescente gracias a los intereses de su influyente linaje, los condes de Tusculum, quienes literalmente compraron su nombramiento.

Un pontificado lleno de escándalos, violencia y corrupción
Los relatos históricos coinciden en que Benedicto IX vivió una vida de excesos. Se le atribuyen crímenes, violaciones, orgías dentro del Vaticano e incluso actos de brujería. Su corrupción fue tal que llegó a vender el papado: en 1045 aceptó una oferta de su padrino, quien lo sucedió como Gregorio VI, a cambio de mil 500 libras de oro. Más tarde se arrepintió, regresó con ayuda de un ejército, y retomó el cargo.
En medio del caos, llegó a haber tres aspirantes al papado de forma simultánea: él mismo, Silvestre III y Gregorio VI. El conflicto terminó por vía militar, y con la intervención del emperador Enrique III, quien convocó un concilio para deponer a los tres y nombrar un nuevo pontífice legítimo.

El nacimiento del cónclave y la fumata blanca
El desorden que dejó Benedicto IX forzó a la Iglesia a establecer un sistema claro para la elección papal. Aunque se realizaron varios intentos previos, fue hasta el siglo XIII cuando el papa Gregorio X institucionalizó el cónclave: una reunión secreta de cardenales, bajo llave (cum-clavis), en la que se vota sin contacto con el exterior hasta alcanzar una mayoría calificada.
De ahí derivaron también los símbolos del humo: la fumata negra cuando no hay consenso, y la blanca cuando se elige un nuevo papa. Estos rituales, nacidos del caos medieval, han perdurado hasta nuestros días como emblemas del Vaticano.
Benedicto IX no solo marcó una de las etapas más oscuras del papado, sino que impulsó sin querer algunas de las reformas más trascendentes. Su legado no se mide por la fe ni por la teología, sino por el impulso a un sistema más institucionalizado en la Iglesia.
