La presión de ser una estrella en la NBA: ¿Demasiado, demasiado pronto?

Paco Bolivar

Paco Bolivar

Con más de una década de experiencia en marketing deportivo, he colaborado con marcas líderes y equipos reconocidos, desarrollando estrategias efectivas y creativas para detonar procesos de crecimiento. Actualmente, comparto mi pasión por el deporte como analista deportivo en medios de comunicación. Mi principal cualidad es mi capacidad para encontrar ángulos diferentes y ofrecer opiniones propias (incluso impopulares) que desafían las convenciones, enriqueciendo el debate deportivo.

PACO BOLÍVAR
| 29 Mayo, 2024

La NBA es una liga donde el mayor peso lo tienen los jugadores estrella, a diferencia de la NFL, donde la liga misma es la figura dominante, o la MLB, donde los equipos de abolengo son quienes dictan el rumbo. Desde sus inicios, la NBA ha demostrado una notable habilidad para identificar y encumbrar a superestrellas, utilizando estas figuras para construir la relevancia del deporte y aumentar su audiencia de manera espectacular.

Históricamente, la liga ha sido definida por sus nombres legendarios: Oscar Robertson, Magic Johnson, Larry Bird, y, por supuesto, Michael Jordan. Esta capacidad de generar superestrellas ha sido esencial para su éxito y popularidad global. Sin embargo, la NBA se encuentra en una encrucijada con el inminente retiro de LeBron James y el envejecimiento de otras figuras icónicas como Stephen Curry y Kevin Durant. Este desafío se ve amplificado por la creciente prominencia de jugadores europeos como Nikola Jokic, Luka Doncic y Giannis Antetokounmpo, lo que deja a la liga en riesgo de perder su atractivo nacional al no tener un referente estadounidense como su máxima estrella por primera vez en su historia.

La presión para generar nuevas estrellas locales ha recaído sobre los jóvenes talentos, y los resultados han sido mixtos. Derrick Rose, por ejemplo, se perfilaba como una superestrella tras ser seleccionado como la primera elección del draft en 2008 y convertirse en el MVP más joven de la historia en 2011. Sin embargo, una serie de devastadoras lesiones, y el apresuramiento para regresar a la cancha, impidieron que su carrera alcanzara su máximo potencial.

Zion Williamson y Ja Morant, dos de los jóvenes talentos más prometedores, han enfrentado desafíos significativos bajo la presión de las expectativas. Williamson llegó a la NBA como uno de los prospectos más aclamados de la NCAA, pero las constantes lesiones y la presión por cumplir con las expectativas, junto con una falta de cuidado y tiempo de recuperación adecuados, han evitado que cumpla con su prometedor inicio. Morant, por su parte, fue rápidamente visto como la próxima gran estrella de la liga tras su llegada en 2019. Sin embargo, la falta de acompañamiento adecuado por parte de la liga y las malas compañías lo llevaron a inmiscuirse en problemas extradeportivos, perdiendo la perspectiva y comprometiendo su potencial.

La lista de jóvenes talentos que han enfrentado desafíos bajo la intensa presión de la NBA continúa con nombres como el de Markelle Fultz, quien, a pesar de ser seleccionado como la primera elección del draft en 2017, ha luchado contra lesiones y expectativas desmedidas que han obstaculizado su ascenso. Otros jugadores norteamericanos que llegaron a la NBA en la última década y han enfrentado enormes expectativas desde el inicio de sus carreras incluyen a Andrew Wiggins, quien ha enfrentado críticas por no cumplir completamente con las expectativas de ser una superestrella, y Lonzo Ball, quien, a pesar de tener habilidades destacadas, ha tenido dificultades para alcanzar el nivel de juego esperado de él desde su llegada a la liga.

La NBA ofrece programas para ayudar a estos jóvenes jugadores a manejar la presión y las expectativas, incluyendo educación financiera y acceso a recursos de bienestar mental. Sin embargo, la efectividad de estos programas sigue siendo cuestionable, ya que los casos de jóvenes estrellas que sucumben bajo la presión continúan apareciendo.

Todo esto nos lleva a voltear a ver el caso de Anthony Edwards, seleccionado como la primera elección del draft en 2020 por los Minnesota Timberwolves, es considerado por muchos como el elegido para convertirse en la nueva cara de la liga. Al igual que Luke Skywalker en "Star Wars" o Paul Atreides en "Dune", Edwards está llamado a ser el héroe que lleva a la NBA hacia una nueva era de gloria. Su carisma, habilidades atléticas y potencial lo han puesto bajo los reflectores desde el principio. La reciente eliminación en Playoffs de los Denver Nuggets, actuales campeones, a manos de Edwards, aumentó aún más las expectativas, con muchos medios, aficionados y expertos proclamándolo como el heredero de las glorias de Jordan. Sin embargo, su incapacidad para continuar siendo dominante y vencer a Luka Doncic y los Dallas Mavericks en las finales de conferencia, ha llevado a algunos a calificarlo como una decepción, ilustrando nuevamente la pesada carga de las expectativas. La liga y los equipos se encuentran en una encrucijada: ¿deberían dar más tiempo a estos jóvenes para que se desarrollen adecuadamente, o están en lo correcto al someterlos a una presión temprana, con la esperanza de que, como los diamantes, se formen bajo presión? Este es el dilema al que se enfrenta la NBA en su esfuerzo continuo por mantenerse como la liga de baloncesto más prominente del mundo.

La carrera de Anthony Edwards plantea una interrogante crucial: ¿será él capaz de soportar el peso de las expectativas y emerger como la próxima gran estrella que la NBA desesperadamente necesita, o sucumbirá ante la misma presión que ha roto tantos sueños y esperanzas? Este drama en desarrollo no solo define el futuro de Edwards, sino también el camino que tomará la NBA en su búsqueda por nuevas estrellas. En un escenario donde la grandeza se demanda desde el primer momento, la liga debe decidir si la presión es la herramienta adecuada para forjar estrellas o si, por el contrario, está condenando a sus jóvenes talentos a un destino de expectativas insostenibles y fracasos prematuros. 

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