El día de ayer comenzó el juicio de Luis Rubiales, expresidente de la Real Federación Española de Futbol por el beso no consensuado a la futbolista Jennifer Hermoso al ganar la final del mundial femenino en Sidney en el 2023 y la presión que le impuso a Hermoso para que “casi” aceptara que ella lo había buscado.
El tema es muy mediático y altamente debatible entre el rol del hombre como directivo del futbol y el de mujer siendo jugadora de futbol profesional, con una jerarquía que le permite al primero abusar de su poder.
A partir de esta semana se esperan tres semanas de un juicio oral o como dicen en España, vista oral entre ambas partes y sus respectivos testigos. Jennifer Hermoso inició este lunes con su declaración ante el ministerio público y la abogada de Rubiales con preguntas incisivas que la orillaran a aceptar que ella misma había permitido ese beso.
Si usted no recuerda bien por qué se ha llegado a esta instancia entre hoy la jugadora de las Amazonas de la UANL y el expresidente de la Real Federación Española de Futbol, es porque mientras se daba la entrega de medallas de campeonas del mundo en Sidney, el señor sujetó la cabeza de la jugadora con ambas manos a la altura de los oídos y le plantó un beso en la boca. Ella desubicada y sorprendida no tuvo tiempo de reacción porque las jugadoras seguían el paso, pero el malestar lo tenía.
Horas después, el festejo de una selección femenil al coronarse como la mejor del mundo había terminado en molestia, enojo y ofensa, no solo para una sola jugadora, sino para todas.
Él lo tomó a la ligera y como la reacción más común de un hombre al cometer algún tipo de este tipo de agresión sexual, negó todo y quiso quitarle la importancia. Pero el problema comenzó a agravarse cuando no hubo ninguna disculpa, y el rol de Jennifer había quedado expuesto, y peor aún comenzó a recibir mensajes de amigos y colaboradores cercanos al expresidente para que desistiera de la acusación y su “incomodidad” porque estaría dañándolo en su vida personal y profesional.
Si usted pudo ver el documental “Se acabó” en Netflix, en donde nos muestran en primera línea cómo lo vivió Jennifer y el equipo, así como las consecuentes presiones a las campeonas del mundo, podrá tener más claro el escenario completo.
Al escuchar a Hermoso ayer frente al ministerio púbico me provocó una impotencia como mujer, porque al escucharla decir que no estuvo de acuerdo con ese beso, no era, ni será suficiente.
Destaco unas de las preguntas del día de hoy en el juicio:
¿Estaba de acuerdo con la conducta de Rubiales? “No”.
¿Tuvo usted capacidad de reacción para decir ‘no’? “No”.
¿Se sintió violentada en su integridad sexual y como mujer? “Sí, me sentí poco respetada. No busqué ese acto. Sentí rechazo hacia esa conducta.”
Una gran respuesta de Jennifer a la abogada de Luis Rubiales fue
“Mi actitud de cómo esté, no quita lo que yo siento. No tengo que estar llorando en una habitación para dar a entender que eso no me gustó”.
En este juicio hay tantos temas qué tratar y sobre todo que aprender en materia del respeto, de derechos humanos, y de abusos físicos y mentales para las jugadoras en cualquier parte del mundo.
Esto es un aviso a tiempo para anticiparnos en la Liga Mx Femenil, y por supuesto en cualquier deporte, en que la mujer deportista debe de estar y sentirse protegida por parte de la institución que represente y por ende, por la propia Federación.
Y así como Hermoso ha aceptado que después del incidente nadie le habló del protocolo de antiacoso como mecanismo de protección, estaría bien que en México lo tuviéramos listo y que las jugadoras y DT´s lo conocieran.
En España se habla de una pena de más de dos años para el expresidente, pero ya veremos qué sucede después de estas tres semanas, porque vienen las declaraciones de los testigos de ambas partes y por supuesto la de Rubiales.
No tengo duda que todas las jugadoras de futbol mexicano y a nivel mundial están de lado de Hermoso.
Ojalá que la vergüenza cambiara de bando, como bien no lo enseñó Gisèle Pelicot, porque sería gratificante ver a un hombre poderoso bajar la mirada y dejar de caminar envalentonado como si él no fuera quien besó a una jugadora en los labios, cuando el mundo entero lo vimos y atestiguamos.