Estar 'guardado' en casa por la pandemia te permite sacar del baúl viejas historias que te marcaron o dejaron huella en este maravilloso oficio. Es cuando de pronto tratas de ubicar a ese amigo o compañero de trabajo con el que no habías hablado hace una década o dos, para precisar algunos detalles de esas vivencias. Hoy compartiré con ustedes una de ellas, que es muy especial y que estaba guardada para uno capitulo de mi libro, que estará a la venta pronto.
Para mis lectores jóvenes, les será necesario ubicarse en el entorno y los tiempos de ese relato. Sucedió en 1991, obviamente no existían las redes sociales, los teléfonos celulares eran, en aquel tiempo, un lujo inalcanzable para la inmensa mayoría.
El pequeño Startac, de Motorola, era el iPhone de hoy en día. El resto eran unos enormes ladrillos, por lo grande y pesados, que lo mismo se podían tipificar como arma blanca o bien se podían utilizar para detener los libros. ¿Cómo nos enterábamos de las noticias? La inmensa mayoría por el noticiero '24 Horas' de Jacobo Zabludovsky y por los diarios de circulación nacional. En la radio los noticieros eran escasos, la mayoría de las estaciones eran de música y géneros diversos.
En aquel tiempo, así como hoy es común ver en el metro a todos los usuarios atentos leyendo redes sociales en su celular, antes sucedía lo mismo, pero con el periódico, que antes de bajarte en tu estación debía estar perfectamente enrollado para que te cupiera en la bolsa trasera del pantalón.
Una vez ubicado el entorno, les cuento que eran mis primeros años como reportero. En ese momento trabajaba para mi querido Alfredo Domínguez Muro, que con su empresa le brindaba los servicios noticiosos de deportes a MVS de la familia Vargas, que a su vez hacía sus pininos en la incipiente televisión de paga, y por supuesto, en la radio donde marcaba tendencia con su 'Palco deportivo'.
En MVS Deportes del aeropuerto NO éramos muchos pero éramos una gran familia y como NO había muchos recursos, éramos aprendices de todo. Los camarógrafos eran contados, nos convertíamos en confidentes y camaradas. Recuerdo bien a un flaco y alto (en ese entonces) de nombre Izidio Contreras, quien hoy labora para Univisión en Texas, y a un picoso chaparrito, greña larga, de ojos aceitunados, muy simpático y desparpajado, leal y buen amigo al que también se le notaba el barrio: el "qué transita por tus venas” era su saludo común cada mañana y respondía al nombre de Miguel Carrillo.
Mi buen Alfredo Domínguez Muro, así espléndido, lo que se dijera espléndido con los viáticos, sueldos y demás, nunca lo fue. Por si fuera poco, su fiel escudero y bien recordado Ricardo Martínez alias el 'Quincy', que años más tarde fuera Jefe de prensa de Doña Tele, todavía se encargaba de cerrar más la llave. Así que salir a cubrir algún evento deportivo fuera de la ciudad, era para nosotros los reporteros un premio inmenso, un logro que disfrutábamos y por el cual peleábamos trabajando, tratando de hacer la mejor nota.
Iniciaba el mes de junio. Justo era la semana que había terminado la temporada regular 1990-91 y comenzaría la Liguilla. El domingo, en Morelia se había desarrollado un juego que definió el descenso del Irapuato y la salvación del Santos de Torreón. Un partido que fue más allá de lo sospechoso y que está calificado, por la mayoría de los periodistas de la época, como un partido 'arreglado', el cual no se pudo comprobar pero que en los hechos difícilmente podías dudarlo.
El sábado 1 de junio de ese 1991, Irapuato había perdido ante el Toluca 2-0. Santos visitaba a los Ates del Morelia de Don Nicandro Ortiz (QEPD); si los laguneros perdían el juego, habrían descendido a la Segunda División, si empataban automáticamente se salvaban.
Para los dirigidos por Antonio 'La Tota' Carbajal, el empate significaba mucho: calificar a la Liguilla. Necaxa había perdido un día antes con Monterrey 4-0. El empate los favorecía a ambos. ¿Qué sucedió? Empataron a cero. Santos se salvó y Morelia calificó, lo grotesco es que en el juego ninguno de los equipos atacó, hubo un tiro a puerta de Humberto Roon, en el segundo tiempo, eso fue todo. ¡Un solo tiro a gol! El resto fue cascarear sin llegar al área.
En 1991, Irapuato descendió con ese resultado. Un equipo que estuvo a punto de ser desafiliado en aquel momento: “Les adeudaba a los jugadores hasta seis quincenas. Daba lástima verlos jugar con los uniformes parchados y deslavados, con shorts diferentes. En algunos hoteles ya ni les querían dar hospedaje porque no pagaban. Tan solo en enero y febrero, los jugadores realizaron ocho huelgas para exigir el pago de sus salarios”, consigna la revista Proceso en un artículo de la época que título: “NO fue un partido normal”. Hagan de cuenta lo que sucedió con el Veracruz en el 2019, veintiocho años después.
El hecho es que había morbo, le pedí a Alfredo Domínguez que me enviara a Morelia a hacer un reportaje. Había elementos suficientes: sería el primer juego de Liguilla del equipo en el Estadio José María Morelos que se había inaugurado en 1989. Enfrentarían a Pumas, de Luis García, García Aspe, Ferretti, considerado el gran favorito. Le ofrecí que haría un reportaje 'diferente' y me compró la idea; me acompañaría el buen Miguel Carrillo como camarógrafo.
Estaba eufórico, enseguida lo fui a buscar para darle la gran noticia ¡iríamos a Morelia! Lo encontré en el estacionamiento, acicalando un viejo Datsun que le había comprado a Alfredo Domínguez Muro en pagos y que ponía para la chamba. Se puso serio y me dijo: “Oye Nachito, ¿y si le dices al 'Tata' -así le llamábamos en la banda a Alfredo- que nos llevemos el Golf que acaba de comprar y que le dio a Izidio (otro camarógrafo) porque mi nave ya se 'pandea' y el otro hasta huele a nuevecito?".
Agarramos de buenas al 'Tata' y al 'Quincy' y aceptaron el cambio. Miguel le prestaría el Datsun a Izidio- quien sin duda seguro refunfuñó- y nos dio el Golf, total sería un viaje de ida y vuelta. Así nos fuimos temprano, y cual sería nuestra sorpresa que al llegar al llamado 'Coloso del Quinceo' no había camino pavimentado. El estadio lució muy bonito, pero llegabas en caminos de terracería. No se habían construido los estacionamientos como los conocemos ahora, eran baldíos, tierra, piedras, muchas piedras; al final de cuentas estaba construido sobre las laderas volcánicas.
Así que, para NO dañar el coche prestado, dejamos el coche a un lado de la entrada del túnel que conduce a los vestidores, pegadito a la pared. “Ahí está más que seguro”, pensamos. La gente empezó a llegar, se estacionaban ahí por el terregal. El estadio se llenó, era su primera Liguilla, un día histórico. El juego dio comienzo.
Se me ocurrió que grabaría el juego y entrevistaría al público. Para evitar hacer olas, me fui a la zona de palcos, ahí tocaba la puerta, les preguntaba si me dejaban grabar ahí con ellos, sacaba las reacciones. En ese tiempo aún NO se inventaba el nombre de 'El color' como se le bautizó después a los reportajes, del cual años después mi admirado David Failtelson llevó al infinito y más allá con su inigualable estilo y voz, pero nosotros lo intentamos primero.
Así llegamos a uno de los palcos. Tocamos. Un tipo que parecía de seguridad entreabrió la puerta, nos preguntó qué deseábamos, le respondimos, nos hizo seña de 'un momentito' con el dedo pulgar y el índice, cerró la puerta y se metió. Minutos después, salió un tipo apiñonado, bigotón, con camisa desabotonada y traje negro, que muy sonriente y amable nos preguntó. ¿A ver huercos, qué quieren hacer? Le explicamos que queríamos grabar un reportaje de cómo la gente veía y vivía el juego desde su palco, que la mayoría de los aficionados jamás había entrado a uno.
"¿No son de Televisa, verdad?", nos preguntó. "No, somos de MVS", respondimos muy orgullosos con esas camisetas solferinas, blanco con azul turquesa de chíngame la retina que teníamos que usar para identificarnos fácilmente. La verdad, ni idea tenía de que era un MVS, pero le dio confianza y nos dejó pasar. “Nada más no le tiren para acá, porque ese pinche ingeniero bigotón es muy maldiciento (sic) y va a hacer coraje porque le van a ganar los Pumas”, nos dijo y soltó la carcajada.
El ingeniero aludido tenía bigote, una barba incipiente, se rió de la ocurrencia y levantó su copa globo en señal de salud. Estaba acompañado de unos seis o siete hombres, todos en camisa de manga corta. Parecían compañeros de oficina, aunque había un par de ellos bastante fornidos.
Nos colamos del otro extremo del palco para NO importunar, era ya el segundo tiempo de un juego que estaba cero por cero. Miguel me guiñó el ojo y movió la cabeza para que viera lo que había en la cantina. Varias botellas de coñac XO, lo más caro de la época. Levantó el dedo índice como pidiendo una cubita, y se sonrió, sin dejar de grabar. El personaje de traje lo estaba mirando y dijo: "¡claro! ¡aquí no se van a ir hablando de que los dejamos con sed!", y le pidió al de seguridad que nos sirviera.
Nos llenaron dos copas globos con 'París de noche'. “A ver si no nos salen ronchas por tomar fino”, les dije y soltaron la carcajada. Se rompió el turrón. El hombre de traje negro nos dijo que se llamaba Alejandro, pero todos le decían 'Lic'. El Ingeniero dijo llamarse Raúl y nos dijeron tenían varias constructoras y huertas frutales.
Para qué voy a negarles que 'se nos calentó el hocico' como diría el buen Lalo Camarena. Nos habremos tomado al menos un par y sin sacar ronchas, hasta que al minuto 85 cayó el gol de Pumas, de Luis García. Les agradecimos las atenciones, pues teníamos que bajar a las entrevistas al final del juego. “Cuando terminen la chamba, aquí los esperamos, cabrones, que hay sed y sobra parque”.
Todo parecía ir bien, pero al bajar vimos cómo García Aspe, Luis García y otros corrían hacia el centro de la cancha. El olor a gas lacrimógeno cada vez se hizo más penetrante. ¡Aventaron gases al vestidor! ¡aventaron gases al vestidor! Gritaban algunos.
Las puertas de lámina de la entrada a los túneles donde ingresaban los camiones de los equipos, ahí cerca de los vestidores, sonaban de manera estruendosa, estaban apedreando la puerta de forma bestial. ¡Hay bronca afuera! ¡Vamos a grabar! Le grité a Miguel. Como NO podíamos salir por ahí, nos fuimos por las tribunas, escalamos por los palcos, salimos al pasillo y desde ahí dimos cuenta de la cruenta batalla en los baldíos que servían de estacionamiento.
Eran decenas de autos lapidados por piedra. Mas de 50, fácil. Había descalabrados, autos dañados y un olor penetrante de gases lacrimógenos que los granaderos habían lanzado para dispersar a la turba enfurecida por la derrota de su equipo.
Cuando llegó la calma finalmente, Miguel dijo: “Necesito otras pilas, vamos al Golf por ellas”. Cuando bajamos, nos quedamos helados, nos queríamos morir. El Golf que habíamos dejado ahí junto a la puerta de los vestidores, porque era un lugar 'muy seguro', estaba hecho pedazos a pedradas. Había decenas y decenas de piedras sobre él. "¡Alfredo nos va a matar!", pensamos.
Llamamos al seguro, nos dijo que NO había cobertura para ese tipo de incidentes. El ajustador ni siquiera acudió. “Necesitamos avisarle a Domínguez Muro de cualquier manera”. ¿De dónde? Recordamos que todos los que estaban en el palco del 'Lic.' y el ingeniero tenían varios…
“Vamos a ver si todavía están y les pedimos de favor el teléfono para llamar. ¿Qué vamos a hacer con el coche así?", pensamos. Casi con lágrimas, con el temor de que pudiéramos ser despedidos, fuimos al palco. Todavía estaban ahí, había parque y seguían con sed. "¿Qué les pasó muchachos?", nos dijo el Inge.
Le contamos del seguro, le pedimos el teléfono para llamar y nos dijo: "¡A ver cabrones, están muy alterados! Todo tiene remedio. Ve a ver como está el pedo allá abajo", le dijo al 'Lic.' y a otros dos. Cuando regresaron, le dijeron. "¡Ese coche ya valió madre, parece carro de volteo lleno de piedras”.
“No se apuren, si no les responde el seguro. Les tiene que responder el gobernador, es cuate mío, ustedes tranquilos". Se fue a una esquina del palco y escuchamos que decía: "¡Ese pedo me lo resuelves ya! ¡como no lo sé, pero tu respondes, avísale en chinga a Genovevo! ¡que se mueva! Y necesito también cuatro habitaciones chingonas en el ¿Camino Real?”.
Al terminar la conversación, sonriendo nos dijo: “A ver, vamos a comprarles un bolillo para el susto, aunque se lo bajen con coñac. Háblenle a su jefe y díganle cómo está el pedo y que el gobierno del Estado se va a hacer cargo de las reparaciones y los gastos, les van a pagar el hotel porque seguro ni eso tenían, y les va a mandar un coche con chofer para que los lleve mañana al chilango. ¡Ya pasó el susto, ahora vamos a la fiesta!".
Nos fuimos al ¿Camino Real?, no teníamos una habitación normal. Teníamos suites para nosotros, ellos también. El ingeniero nos dijo: "No se agüiten, aquí el 'Lic.' ya fue por unas primas suyas y muchos refrescos para que se nos pase el susto y la muina. En cuestión de minutos, llegaron las 'primas' y los 'refrescos'. El licenciado tenía una 'familia' muy numerosa.
Después, cómo diría Joaquín Sabina: “Y nos dieron las 10 y las 11, las 12 y la una, las dos y las tres…” Los caballeros NO tenemos memoria. Hubo mucho refresco y nada más, diríamos que fue una borrachera 'sana' sin sustancias prohibidas. Nunca vimos una sola arma, aunque sí había cuatro o cinco gentes de seguridad.
Al día siguiente, aún con la resaca, hicimos enlace al radio con Alfredo Domínguez Muro, que como ya le había hablado la gente del gobierno para hacerse cargo de los daños, ya no estaba enojado. Llegó el auto que el gobernador Genovevo Figueroa le había prometido al 'Lic.' y nos despedimos. “Cuando andemos por el chilango, les vamos a hablar para ir a comer, pero pinches jodidos compren un celular, que eso del mail no se me da", nos dijo el ingeniero carcajeándose.
Seis años después de aquel evento, en 1997, yo ya trabajaba en Televisa, ya me apodaban el 'Fantasma'; Miguel Carrillo, supongo, seguía en MVS. Ambos ya teníamos celular y seguíamos en contacto esporádicamente. Una noche de julio sonó mi teléfono de manera insistente; era Miguel que sonaba extasiado: "¡Fantasma, Fantasma, ¿estás viendo las noticias". Tranquilo güey, no, ¿qué paso?. "¡Tú ponle güey! ¡ponle ya!".
Cambié de canal, y en ese momento Jacobo Zabludovsky daba la información. Mostraba fotografías y anunciaba que Amado Carrillo Fuentes, mejor conocido como 'El Señor de los cielos', había muerto en una operación de cirugía estética fallida donde se pretendía cambiar el rostro…
Cuando vi las imágenes de Amado Carrillo, me quedé sin habla…. NO había dudas: el ingeniero que un día nos rescató en aquel Morelia-Pumas y Amado, eran la misma persona...
Otro día de la cuarentena les cuento otra anécdota de mi libro, porque luego capaz que ni lo compran. Mientras eso sucede cuídense mucho. Si puede NO salir de casa NO lo haga, si no tiene esa opción como miles de mexicanos, extreme precauciones, hoy nos necesitamos TODOS, porque antes de ideologías, colores y extractos sociales, todos somos México.
“No hay que morir por el otro, sino vivir para disfrutar juntos”
Jorge Bucay