Un rugido mudo

Felipe Morales

Felipe Morales

Felipe Morales

Felipe Morales
| 26 Jul, 2020

Si la necesidad carece de estilo, Pumas lo confirmó, desde su condición de favorito inconcluso. Si Gallos era una incógnita, se resolvió el misterio. Desde las intenciones, el Querétaro fue articulado y sustancial. En esa dinámica impar, el triunfo fue, por decir lo menos, inmerecido para el local, en un juego que se guardará en el catálogo de los irrisorios errores de los pies desobedientes.

Ciudad Universitaria fue el arquetipo del humor involuntario con dos autogoles, uno de ellos impronunciable; par de expulsiones y una barrera auriazul fracturada en un tiro libre. Fue, pues, el concierto de pifias, que confirman que volvimos, sin saber cómo lo hicimos.

Pero Gallos se escapó, por muchos momentos, del pozo de la intrascendencia. Alex Diego, novato entrenador de los visitantes, a sus 35 años, le hizo guiños al futbol pegado al piso. Con dos años menos que Talavera, el novel técnico lanzó un mensaje de futbol limpio. 

Pero cuando menos méritos había hecho, el cuadro felino movió las redes. Así confirmó el viejo adagio de que, a pelota parada, dos toques del balón en el área, normalmente, terminan en gol. De esa forma sucedió cuando Freire le bajó aquel esférico aerostático a Juan Dinenno; el ‘9’ amortiguó con el cuello y bombeó, a segundo palo, a una marioneta de los aires como el superado Gil Alcalá.

Pumas se fue al descanso con el tanteador a su favor, pero con el desaliento de su casa vacía; Gallos, con la palmada en el hombro del que más merecía.

Después, Alcalá despejó largo; la pelota dio tres botes, sin algún botín amigo cercano, pero Nicolás Freire, retrasó con exceso de confianza, hacia un descolocado Talavera, que no estaba debajo de su marco. Un balón manso como un puma sin filo en los colmillos, terminó en la portería, con un autogol caricaturesco, propio de un niño en confitería. 

Pero después, Juan Manuel Iturbe ingresó al campo; si antes había sido relegado por el escapista Michel, esta vez fue recuperado; de inmediato, tuvo impacto con un centro, que, en su intento de rechazo, fue enviado por Daniel Cervantes, hacia su cabaña. Otro autogol como otra forma de desplomar al futbol...

Como las pifias ya se habían apoderado del partido, cuando Ángel Sepúlveda cobró un tiro libre, por izquierda, Dinenno se abrió de la barrera; el balón le rebotó en la cadera, ante un desprotegido Talavera, que reaccionó insuficientemente, ante el exceso de complot en su contra.

Pero Dinenno editó su error. Como los héroes del área, atienden al llamado, ante las deudas, cuando Vigón hizo una pantalla, de alta definición, Juan Ignacio resolvió sus problemas y pagó sus facturas con una media vuelta, hacia la buchada más lejana de Alcalá.

De esa manera, ante un Gallos serio y digno, Pumas rugió con la voz muda de su espíritu, con un triunfo apretado por el puño de la improbabilidad.

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