En Monterrey, los financieros ya deben estar golpeándose contra la pared. La fórmula que creyeron infalible —dinero igual a título— comienza a hacer agua. La multimillonaria inversión en una plantilla de élite prometía retornos rápidos y campeonatos asegurados, pero hoy los Rayados apenas sobreviven, jugándose su último boleto a la Liguilla ante Pumas, después de ser exhibidos por Pachuca.
La apuesta regia por convertir los millones en resultados deportivos está tambaleando, dejando claro que el viejo principio de 'quien paga, manda' ya no garantiza un lugar entre los contendientes. Durante años, los clubes entendieron que para no depender de la suerte había que invertir fuerte, y salvo el desastre de Chivas —sextos en gasto, eliminados en Play In—, la lógica parecía cumplirse este torneo. Hasta ahora.
Monterrey, el tercer plantel más caro del país, podría ceder su lugar ante equipos de nómina mucho más baja, una humillación que expone no solo errores deportivos, sino también una directiva incapaz de replicar las épocas doradas.
La vara que dejó José Antonio González Ornelas —cuatro Ligas, cinco CONCACAF, dos Copas MX y un Interliga— es cada vez más inalcanzable para Manuel Filizola, un líder sin aliados, sin títulos, y ahora también, sin respuestas.
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