Juan Carlos Osorio venía formado detrás de Bielsa, Klopp, Sampaoli y hasta La Volpe. Se transforma en ‘el elegido’ tras algunas negativas y otros descartes y llegará al timón de la Selección Mexicana con muchas críticas y dudas sobre si su hoja de servicio es la adecuada.
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Con Marcelo Bielsa no hubo contacto. Jürgen Klopp dijo que “muchas gracias por la llamada”, pero que no estaba interesado, y lo de Jorge Sampaoli siempre estuvo apegado a una condición de contrato que no pudieron romper los seductores millones mexicanos. ¿Qué quedó entonces?
Entre poderosas voces del ‘malinchismo’ y del ‘chovinismo’ futbolístico mexicano, Juan Carlos Osorio podría convertirse en las próximas horas en el nuevo entrenador de la Selección Mexicana de futbol.
Lo primero que se le reclama al colombiano es que no sea dueño de un extenso currículum, una hoja de servicio que esté a la altura de las expectativas que la propia Federación Mexicana había establecido en un principio para el candidato a ser el sustituto de Miguel Herrera. Osorio no es ni está, definitivamente, al nivel de Capello, de Mourinho o de Guardiola, vamos, ni siquiera es Bielsa, Klopp o Sampaoli. Es Juan Carlos Osorio y punto.
Y más allá de algunas opiniones que son hasta cierto punto normales en el medio futbolístico mexicano –todavía recuerdo las duras campañas de los malogrados días del sueco Sven-Göran Eriksson– la pregunta que más debe importarnos en este movimiento es: ¿Por qué elige México a Juan Carlos Osorio?
Tuve la preciada ocasión de conocerlo mientras compartíamos un café en el restaurante de empleados de ESPN en Bristol, Connecticut, en el Invierno de 2008. Y apenas algunos minutos bastaron para convencerme de que era un hombre con educación, con formación y con seriedad, tres puntos que, supongo, fueron determinantes en la elección que hace México. Ha tenido éxito en su natal Colombia, en el futbol de los Estados Unidos y ahora en Brasil, donde dirige al popular Sao Paulo que está metido en rondas finales de la Copa Brasileña.
Para afectar más su imagen con aquellos que creen que no tiene lo suficiente para ser entrenador de la Selección Mexicana, tiene un breve pasaje por el futbol mexicano, con el Puebla, donde lamentablemente fracasó. Se sabe, también, que sus métodos de trabajo son muy modernos, basados en el aprendizaje y la experiencia que obtuvo durante su larga estadía como asesor técnico del Manchester City. Osorio es un hombre al que le gusta combinar disciplina y trabajo. Su estilo o su sistema de juego se apega más a una línea agresiva, donde tener el balón y el protagonismo del juego es fundamental.
Puede que la ‘hoja de servicio’ de Osorio no sea nada espectacular, como tampoco lo era, hay que decirlo, la de Miguel Herrera, cuando tomó de manera urgente y extraordinaria a la Selección Mexicana. La gran diferencia entre Herrera y Osorio obedece a la formación europea a la que tuvo acceso el colombiano. Si Herrera fue un par de veces a Europa a ver futbol, habría sido todo un milagro. La otra divergencia, en cuanto a su antecesor, obedece a una disciplina más férrea en su trato con los futbolistas y con los medios de comunicación. Osorio no permitirá muchas sesiones de comerciales, distracciones y ocupaciones que por compromisos económicos tiene la Selección Mexicana.
El otro tema, quizá el más importante, se refiere a los objetivos que tendría la Selección con Osorio en el mando. Está claro que el colombiano debe normalizar el paso mexicano por la eliminatoria mundialista y debe colaborar para que México dé el paso que sigue en su competitividad internacional. Si usted quiere llamarle ‘quinto partido’, llámele así, yo le llamo darle a México una categoría en el futbol del mundo, cosa que no tiene hoy, como tampoco tiene un entrenador de condiciones mediáticas.
Hay quienes creen que las selecciones deben ser dirigidas siempre por un entrenador nativo. Yo creo que el futbol no tiene nacionalidades, ni pasaportes ni visas, el futbol debe tener conocimiento, experiencia, seriedad y trabajo. Y Osorio tiene esas virtudes. El tiempo terminará descubriendo si fue una buena o una mala decisión.
No era al primero en la lista, quizá, más bien, era uno de los últimos.