Salvo un América sin luces, pero pragmático, el torneo del futbol mexicano nuevamente nos muestra una cara mediocre y cansina, a la que lamentablemente nos estamos acostumbrando.
Antes, el pretexto idóneo fue justificar por parte de los dirigentes que la culpable era la pandemia, pero bien sabemos que con contadas excepciones antes y después del tema sanitario, el balompié azteca luce reventado en gran parte por las diferencias económicas siderales entre protagonistas e incluso la medianía ya absorbe a alguno que otro club millonario que juega muy por debajo de la expectativa creada.
Para colmo, la oferta de emociones de cara a campo rival cada día es más atada por el miedo a perder que por el valor en tratar de ganar. Cada día más "argentizado" se encuentra el certamen mexicano, apostando por el músculo, la defensa, las patadas, el cero riesgo y la escasa propuesta ofensiva. Insisto, con la salvedad del algún partido perdido por ahí o de un equipo que medio se enrache. Pero la constante es gris, triste y para abajo.
Siempre aparecerán los optimistas de toda la vida que se encarguen de avisar que el campeonato nacional es muy parejo y que acá cualquiera le gana a cualquiera. Y en parte puede que tengan razón, porque una cosa es que la mayoría de los equipos sean organizados desde la penumbra de los préstamos, favores y hasta fiados y otra las derrotas o victorias en cualquier campo vayan de la mano de la calidad, el nivel y la competitividad de un torneo de primer orden dentro del continente.
Esto de no tener descenso y de darle una segunda opción a cualquiera para meterse a la segunda fase del torneo, tampoco ayuda en lo más mínimo, porque más allá de que se hace más físico el juego, se torna más tedioso en ataque.
Todo mundo pone nuevamente sobre los hombros de la Liguilla ese morbo y emoción que le genera a muchos en la grada el "matar-morir", y obvio que con este tipo de torneos cualquier partido que medianamente obligue a alguno de los inmiscuidos en buscar diferencia, hará diferencia emocional en un público bastante maltratado por el fecha a fecha de un certamen, otro más, perfectamente olvidable.