Las diferencias entre América y Chivas ahora van más allá de los títulos, hoy existe una dolorosa distinta realidad entre Águilas y el Rebaño, una brecha que se ensancha entre los dos grandes: mientras estar en el Guadalajara ha perdido atractivo, permanecer en el Nido es un honor tan alto que provoca rechazar propuestas
Ser parte de Chivas ya no es aspiracional. Dejó de ser un sueño, orgullo para la mayoría: Fernando Hierro se fue a perseguir petrodólares a pesar de pelear un título con los rojiblancos; Fernando Gago huyó con contrato por el aguante de Boca Juniors; Jesús Orozco Chiquete prefirió el futuro que le ofrece Cruz Azul. Esa admiración por el Rebaño se diluye.
Al contrario, ser parte de América se ha convertido en lo máximo, incluso a nivel internacional: vinieron de Europa por Álvaro Fidalgo y se quedó; los petrodólares también tentaron a Henry Martín, pero se quedó.
Y ahora, la prueba absoluta de la seducción que provocan las Águilas: André Jardine rechazó una sustancial mejora de salario y al mejor proyecto deportivo del continente americano con Botafogo, la que sería inmejorable ventana para ir a Selección de Brasil o a Europa, y se quedó en el América.
La brecha entre los dos más grandes se abre más, dejó de ser una grieta y aspira a convertirse en el Cañón del Sumidero. Portar los colores del América es el máximo sueño, la aspiración absoluta en nuestro futbol, mientras que Chivas se vuelve un lugar común. Y no se ve cómo se pueda revertir.
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