Yankees de New York, la dinastía que escribió con tinta de oro la década de los 90
La extraña mezcla entre el 'britpop' y romanticismo de las 'boy bands' daba voz a la incertidumbre generada por el cambio de milenio. En la recta final de la década de los 90 los coloridos pantalones acampanados y camisas holgadas eran casi tan representativos como lo fue para el beisbol la última dinastía de los Yankees de New York.
Liderada por Derek Jeter, Mariano Rivera, Jorge Posada y Andy Pettitte, aquella deslumbrante camada manejada por Joe Torre ganó cuatro veces la Serie Mundial en cinco años, entre 1996 y 2000. Nombrado como el 'Core Four', este grupo de peloteros jugó junto desde Ligas Menores y cada uno hizo su debut en 1995, para un año más tarde llevar a las vitrinas del equipo de los Bombarderos del Bronx el primer Commissioner's Trophy en 18 años.
En la Serie Mundial de 1996, los Mulos remontaron una desventaja de dos partidos y vencieron a los Braves. Al año siguiente no alcanzaron su objetivo, al perder frente a los Indians en la Serie Divisional, pero cuando parecía que tras ese descalabro se esfumaba una nueva época de gloria, la madurez de la novena floreció para confirmarse como el último suspiro de los equipos clásicos, antes de la época moderna en el rey de los deportes.
La Major League Baseball en 1998 suele ser recordada por la exorbitante cosecha de jonrones de Mark McGwire y Sammy Sosa, venida a menos por su consumo de esteroides, un escándalo que opacó lo verdaderamente importante en aquel año, cuando New York se convirtió en una auténtica máquina de producir beisbol en su máximo estado de pureza.
Los Mulos de Manhattan firmaron la mejor campaña de su historia y se convirtieron el primer equipo de la historia de las Mayores en superar el 70 por ciento de victorias desde que se amplió el calendario a 162 partidos en 1961. En la Serie Mundial barrieron a los Padres y sumaron su segundo título, en un indicio de lo que iba ser una dinastía.
Los Yankees vencieron a los Braves y Mets en las Series Mundiales de 1999 y 2000, respectivamente, para hilar tres título consecutivos, un hito que no ocurría en Grandes Ligas desde los Athletics de los 60. La novena neoyorquina redondeó así su última era de gloria.