Héctor Herrera: HH jugó 90 minutos en el partido de Atlético de Madrid vs Cádiz

Héctor Herrera en el partido vs Cádiz
Héctor Herrera en el partido vs Cádiz
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EFE
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| 11 Mar, 2022

En el filo de otro fracaso, el Atlético de Madrid solventó a duras penas su cuarta victoria seguida; un ejercicio de bajo nivel del conjunto Rojiblanco que ganó por un regalo del portero Jeremías Ledesma en el 1-0 de Joao Félix y por una buena jugada, después, en el 2-1 de Rodrigo de Paul, demasiado premio para él y demasiado castigo para el Cádiz, superior de principio a fin en todo en el Metropolitano menos en el marcador. 

Porque el conjunto andaluz, el antepenúltimo de la clasificación, desfiguró al Atlético, que duerme en la tercera posición, pero que ni podrá hacerlo tranquilo. No sólo porque el Barcelona lo pueda superar de nuevo a lo largo de la jornada, sino porque, en la versión de este viernes, el pase a la Liga de Campeones dependerá demasiado de los deméritos rivales, igual que la eliminatoria del torneo que aguarda el próximo martes en Old Trafford ante el Manchester United. En este registro nada de eso será posible. 

Mientras Simeone insiste una y otra en el nuevo espíritu del equipo cuando hala de la transformación reciente de su conjunto, el Atlético ha cambiado nada más en los resultados, en la pegada y en Joao Félix, quien representa la reacción del bloque Rojiblanco, muy visible en los marcadores, lo único verdadero del futbol cuando un grupo está en crisis, y poco de juego. Quizá su mejor partido de esta última fase fue el que no ganó. Ante el United (1-1). 

El resto los venció. Hoy hay mejor escondite para los problemas de un equipo, que hoy por hoy, aparente más de lo que es, que se mueve en el filo de un detalle a favor o en contra. Contra el Osasuna, contra el Celta y contra el Betis, sus tres triunfos seguidos, cayó de su lado en momentos cruciales, porque tiene a Félix, que también surgió en el 1-0 contra el Cádiz, el más listo de todos para promover un gol que ni él mismo intuía segundos antes. 

El regalo fue vidente del portero Jeremías Ledesma, que le dio al delantero portugués el pase que le iba a dar Luis Hernández, más abierto a su derecha. No desaprovechó el obsequio Joao, que interceptó el envío, controló y definió a la perfección, a la altura, de su clase, como el futbolista indispensable que es el presente para el Atlético de Madrid, que no tuvo nada más a lo que agarrarse en el primer tiempo, a la astucia del atacante luso, al error del guardameta argentino a los dos minutos del encuentro. 

No funcionó en nada en los Colchoneros, sometido por el Cádiz, que demostró siempre más que su adversario en todo el recorrido, desde cualquier perspectiva apreciable para ganar un partido: cada rechace fue suyo, se impuso en cada duelo, presionó más y mejor, demostró más ambición, se apropió más de la pelota y jgó en campo contrario con constancia. Nada nuevo este curso, para mal, en el equipo Rojiblanco. 

Instante a instante, la sensación se extendía por todo el graderío, que reunió a más de 50 mil personas en una noche fría de un viernes y que asumió con el paso de los minutos que el Atlético había retrocedido unas semanas atrás, a la indefinición, a la irrelevancia, pendiente de cualquier acierto del Cádiz para recibir el empate. Avisó primero Espino, después Negredo, más tarde Sobrino. Y marcó Negredo, de cabeza a centro de Espino. 

Héctor Herrera en el partido vs Cádiz

Héctor Herrera en el partido vs Cádiz |EFE

Fue al borde del descanso. No extrañó a nadie. Ni el gol ni la forma como llegó, tan repetitivo ya en el recorrido trompicado que surca en esta campaña: un centro desde la banda izquierda del lateral uruguayo, sin ni siquiera profundizar por ella, y un cabezazo cómodo, solo, sin nadie a su alrededor, del atacante español, inalcanzable para Oblak. 

Lo siguiente fue el descanso, al que el Atlético se fue con 11 hombres gracias al VAR. En directo, a González Fuertes no le había quedado ninguna duda de que la desproporcionada entrada de Reinildo con los dos pies merecía el mayor castigo. La revisión del vídeo, previa llamada de González desde la sala VAR, rebajó la sanción: se quedó en amarilla, cuando podía haber sido perfectamente roja. Una interpretación muy celebrada por Simeone, que aún debió pedir calma a Reinildo instantes después de otro cruce temerario. 

Empatado con merecimiento por el Cádiz, el único que se había hecho acreedor de algún punto al intermedio, ni la reanudación espabiló al Atlético, dominado de nuevo por su adversario, asustado cuando Idrissi conectó un tiro que repelió Oblak con alguna dificultad, por detrás de su rival, como antes, en cada aspecto relevante del juego, sin entender aún tácticamente ni en el campo ni desde el baquillo porque su oponente le superaba en todo.

No sólo aplacó al conjunto de Simeone, fue mucho más allá. Lo rebajó a la mínima expresión, como lo hizo el Levante, pero además lo dominó con la pelota de forma incontestable. Nadie hubiera pensado que el Atlético era el cuarto de la tabla, ni mucho menos el actual campeón, ni que el Cádiz era el antepenúltimo. Quizá, al revés.

Héctor Herrera y Marcos Llorente en el partido vs Cádiz

Héctor Herrera y Marcos Llorente en el partido vs Cádiz |EFE

Tampoco nadie habría reconocido a Griezmann, en su reaparición como titular 15 partidos después, tan desaparecido como todo su equipo; ni a Yannick Carrasco, desconocido... Pero el Atlético ganó, porque de pronto surgieron Correa y Luis Suárez en el partido, ambos desde la suplencia, para componer con Llorente la mejor jugada, al nivel que se le presupone al conjunto rojiblanco de todo el duelo.

La conexión terminó con el tiro de Correa, con la parada de Ledesma y con el rechace aprovechado por Rodrigo de Paul para establecer el 2-1 en el minuto 67. Nada concluyente, de no ser porque Giménez solucionó bajo la línea una mala salida de Oblak, cuando ya era el 2-2, entre la tensión de un final tan incierto, con Javi Serrano expulsado con roja directa en el 87 por una entrada sobre Álex Fernández que no pareció para tanto y con Simeone agitando sus brazos para buscar el aliento del público, el único recurso que ya le quedaba para lograr un triunfo que no lo mereció.

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