Estás de vuelta, otra vez estás de vuelta, el incómodo pulpo de las lesiones suele abrazarte con sus largos y pegajosos tentáculos. Te volviste a librar de ellos y por lo leído en estos días te soltaste rejuvenecido.
Llevamos muchos años creyendo en ti, y mira que ha habido momentos y situaciones que habría sido fácil abandonar la cruzada, pero soy de los fervientes adoradores de la magia, del que inspira, del que es capaz de alterar los sentimientos, y tú eres uno de esos raros personajes que lo consigue.
Ser diferente y buscar caminos alternativos de expresión y vida resulta complejo, solemos ser más severos con ellos, atendemos el lugar común porque son más visibles que la media, son cabezas fácilmente ubicables que cuando se equivocan quedan expuestos. El que es capaz de producir arte, sea cual sea la disciplina, debemos mimarlo, no estoy pidiendo clemencia perpetua, pero sí estamos obligados a valorarlo y, lo más difícil, a comprenderlo.
El lírico entiende la profesión desde un prisma totalmente contrario a los mundanos, que bendito sea, somos los más, observan y sienten cosas inimaginables que a los que de a pie nos resultan invisibles y sin sentido. Siendo lo más grave que las autoridades de estos bucólicos al no entenderlos lo primero que hacen es cortarles las alas y la imaginación, les ponen grilletes y los convierten en autómatas esperando funcionen, craso error, con este tipo de prácticas basadas en la ignorancia los terminan condenando a muerte.
Como en la fabulosa película 'Ciudadano Ilustre', en donde un escritor de nombre Daniel Montavani, deliciosamente interpretado por Óscar Martínez, al subirse al estrado a recibir el premio Nobel de Literatura, y en un glorioso discurso señala que el artista al ser reconocido de manera unánime es vinculado directa e inequívocamente con su ocaso, expone que el artista debe provocar por naturaleza, que tiene la obligación de polarizar, y de nunca salir inmune en su transitar.
TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR: LIMPIA PERCEPCIÓN
Pues así tú, eres un esteta de la pelota que no sueles aglutinar opiniones en tu favor, al revés, lo que se piensa de ti y tus maneras es discordante, existe gente que creemos eres idílico, y otros creen que eres una aberración. Esto sin duda debe fortalecerte, es verdad que a tus habilidades artísticas les hace falta explosión, y frecuencia, aunque en este último tópico creo que los líricos no pueden, ni deben manifestar siempre su arte en una misma franja o nivel, automáticamente dejarían de serlo.
Ahora, es momento de que subas al escenario y nos embeleses por y para siempre, hemos esperado esa presentación colosal en la que cualquier duda sobre tu talento es desterrada al carajo, esa exhibición en la que el público se queda aplaudiendo de pie hasta que le queman las palmas, esa descomunal función que te haga recuperar el tiempo y el crédito perdido por varias insinuaciones sin fondo. Y si algo poseen los virtuosos es una especie de musa que los protege y les consigue varias oportunidades, y a ti se te presenta otra espectacular.
Tu equipo está desalmado, desarticulado, está a la deriva, carece de rebeldía, carece de un líder de mitad para delante del campo que funja como el titiritero que empiece a mover los hilos con armonía para sacarlos del hoyo negro en el que están hace varias, varias semanas. Y será Ciudad Universitaria, un recinto sagrado, en donde tendrás la enésima posibilidad de agarrar la batuta y encabezar un sonoro y colorido concierto, y de paso gritarle al orbe que eres un lindo lírico, y que no piensas cambiar en lo absoluto.