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Ganar con la conciencia limpia

David Faitelson

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David Faitelson
| 04 Jun, 2019

Siempre me ha deprimido —en lugar de motivarme— la hipótesis del coach Vince Lombardi: “Ganar no es todo, es lo único”. Creo que en el deporte hay que ganar, por supuesto, pero hacerlo por los caminos adecuados es imponderable para actuar bien y sobre todo, sentirse bien.

El futbol es, al final del día, como muchas cosas en la vida, un tema de percepciones. Para mí es un espectáculo, una distracción, un entretenimiento. Para otros, lo entiendo, es una manera de subsanar emociones y quizá hasta frustraciones, donde sólo ganar trasciende sin importar el camino o los medios para lograrlo.

Una semana antes, fue la Final del futbol mexicano entre Tigres y León. Hoy, es la propia Liga de Campeones de Europa. De un nivel a otro, en una escala diferente, el futbol presencia la disyuntiva eterna entre jugar bien y ganar, como si una no fuera consecuencia de la otra.

Aquellos que en mi mente son 'los villanos' se han impuesto, otra vez, sobre 'los buenos'. Obtener el triunfo al precio que sea, sin importar que la esencia del juego tenga que tener siempre un tono lúdico, agradable, bello, placentero capaz de atrapar la atención de aquellos que, incluso, no somos aficionados de los equipos que en ese momento están sobre la cancha de juego.

Tigres no cumplió con ese precepto en México y tampoco lo hizo el Liverpool en la escala más alta del juego. Al final, aquellos que creen que el fin —el resultado— justifica los medios —el juego especulativo y poco espectacular— nos acusan de tradicionalistas, conservadores, románticos y hasta obsoletos.

Pero yo puedo 'vivir' con esa inculpación. Con lo que, definitivamente no puedo, es que con las escenas que siguen pasando por mi mente de un Tigres que decide no tomar riesgos y conservar la escasa 'renta' con la que arribó al juego definitivo de la final mexicana o al Liverpool incapaz de ligar tres pases consecutivos ante un equipo visiblemente inferior.

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Buscar la seguridad con base al 'temor' de perder es algo que, indudablemente, comparten Ferretti y Klopp —cada uno en su nivel del juego, pero envueltos y casi condenados por el mismo fenómeno: 'miedo'—.

Sigo creyendo que el futbol es, prácticamente, lo mismo que entrar a un teatro, un cine o un espectáculo cualquiera. La obligación del 'director' y de los 'actores' es entretener. Aquellos que han desvirtuado este sentido y sentimiento se aferran a una condición equivocada de que ganar es casi una cuestión de vida o muerte.

La Champions del 2018-19 había cautivado a todos por las sorpresas que se generaban basados en partidos de goles, volteretas memorables y el deseo de triunfar basado en emocionar y entretener. Fue así como el Liverpool dejó en el camino al favorito Barcelona de Messi y como el Tottenham eliminó al Manchester City de Guardiola, a pesar de que ambos, junto con el refrescante futbol del Ajax, habían alentado los mejores sentimientos del 'jogo bonito'. Los dos llegaron a Madrid por la osadía y atrevimiento de su juego. Ambos, decepcionaron en el episodio final.

Ganar es importante, pero combinarlo siempre con un sentido atractivo del juego, lo hace único, especial y memorable. Reconforta el alma y los sentidos y provoca una catarsis esencial para el equilibrio en la vida. La mejor gratificación en el futbol tendría que ser la forma y los métodos que se utilizan para llegar al triunfo. Y se supone que mientras más te aproximes a esa consideración, más cerca estarás de la gloria.

El coach Lombardi creía en una filosofía del deporte adaptada a la vida. Yo creo que hay más vida a través y después del mismo deporte. Ganar es importante. No es, definitivamente, lo único. Lo más trascendente es tener la consciencia limpia después de ganar. ¿La tendrán Ferretti y Klopp?